Luciano Leibson es un jugador de rugby Varelense, que durante mucho tiempo vivió en el extranjero, aunque de regreso a su ciudad natal decidió emprender el viaje de su vida;
Luciano Leibson es un jugador de rugby Varelense, que durante mucho tiempo vivió en el extranjero, aunque de regreso a su ciudad natal decidió emprender el viaje de su vida; el cual había conocido por medio de libros. Para hacer de esto una aventura, resolvió que ésta fuera al pie de la letra de aquellas historias que hasta ese momento parecían utopías y parte de las vivencias de otras personas.
Para hacerla propia, se compró una Van Volkswagen 1960, con la que decidió viajar junto a su pareja Daniela Soledad Muñoz y su perro Gibbs. Los tres emprendieron una aventura que comenzaría en Florencio Varela y culminaría en Alaska. «Como no tenía un auto en Argentina, me puse a buscar autos viejos, que son los que más me gustan», comentó Luciano a Mi Ciudad y añadió: «En eso encontré una kombi, que es un vehículo que tiene como un culto apegado los viajes y ahí empezó todo».
Así que, por medio de la obra «Atrapa tu sueño», un texto que narra el viaje de una familia que partió desde Buenos Aires hasta Alaska, fue que Luciano decidió hacer algo similar. «Es un libro muy inspirador y que te entusiasma. Estamos hablando de un viaje largo, entonces sabíamos que íbamos a tardar un montón»,detalló. Entonces decidió comprar el vehículo, que no estaba en las condiciones óptimas. Sin embargo, con ayuda de un mecánico y mucho trabajo, al cabo de unos años estuvo listo.
En junio de 2019, iniciaron su travesía. Antes de partir, decidieron documentar su viaje a través de su cuenta de Instagram «@Vandeatres». «Estamos hablando de un viaje largo, entonces sabíamos que íbamos a tardar un montón», dijo y agregó: «Un poco de eso es lo que tratan estos libros, que se enfocan en qué es lo más lejos que se puede llegar por tierra y el punto más alejado es Alaska».
El trayecto entre fronteras les permitió conocer diversas culturas, que se extienden a lo largo del continente. «Algo que para mí fue una sorpresa agradable fue la calidez de las gentes de los países que visitamos, porque muchas personas ven una camioneta con patente extranjera y automáticamente se solidarizan», detalló Luciano y añadió: «Esa gente te pregunta si necesitas algo, te invitan a comer, te invitan a sus casas, te dejan bañarte, es increíble lo generosos que son».
Todas esas cuestiones y características, son las que Leibson conocía entre párrafos y en su aventura se dio cuenta que eran realidad. «Me quedó muy marcada esa experiencia de la gente que ayuda a los viajeros», comentó y destacó: «También hay muchos lugares que me quedaron en la cabeza, como Colombia, las Islas de San Blas en Panamá, México, en Estados Unidos el Gran Cañón, entre otros lugares».
Si bien, el plan trazado por el varelense era concretar el viaje en un año, esto no pudo darse, puesto que en cierto punto del recorrido la pandemia empezó a entorpecer el objetivo. «El plan era tardar un año y cuando llegamos a México con el tiempo veníamos muy bien, pero tuvimos un problema mecánico en Puebla y nos demoramos un mes», comentó Luciano y añadió: «Llegando al Norte, cuando ya habían pasado nueve meses desde nuestra salida, se empezó a correr la noticia sobre un virus del cual no se tenía mucha información, por eso no le dimos mucha importancia y seguimos subiendo hasta Estados Unidos».
Más allá de las dificultades técnicas que se venían presentando, y de ver como los tres pasajeros se encargaban de solucionarlo para salir del apuro, una cuestión de la cual no tenían control se venía aproximando. Entre tanto, su viaje continuaba, rumbo a California. «Cuando llegamos a Las Vegas todo explotó y las fronteras comenzaron a cerrar», explicó Luciano.
Más allá de eso, ellos podían seguir moviéndose dentro de Estados Unidos, Pero al querer cruzar la frontera hacia Canadá no pudieron ya que estaba cerrada por el inicio de la pandemia. Así que decidieron volver a San Francisco, California, aunque al llegar a Miami, debieron esperar los vuelos de repatriación, que fueron otra odisea, puesto que no le permitían volar con su perro, más allá de presentar los papeles para viajar con él. Finalmente logró regresar en un vuelo por medio de una aerolínea privada, puesto que si no, debía abandonar a su mejor amigo en otro país.
El viaje no concluyó como Luciano esperaba, sin embargo espera con ansias poder concretarlo desde el punto donde se quedaron. «Algún día me iré hasta San Francisco, donde me quedé por la pandemia y terminaré de trazar esos 4 mil kilómetros que me faltan para llegar a Alaska», concluyó Leibson.