Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Cuando falta un suspiro para las Elecciones de medio término, un nuevo escándalo sacude al Gobierno.
Cuando falta un suspiro para las Elecciones de medio término, un nuevo escándalo sacude al Gobierno. Y en este caso, la apuntada es- otra vez- la hermana del Presidente, que, a su propio decir, es nada menos que su «Jefe».
El caso, difundido con amplitud, habla de supuestas coimas en el área de Discapacidad –que, dicho sea de paso, estaba a cargo de un impresentable e inoperante lego en el tema- y originó una inusualmente veloz respuesta de la Justicia, que en solo horas dispuso allanamientos, blooqueos de cajas de seguridad y decomiso de celulares, una dinámica bienvenida si es que a partir de ahora esa será la norma y no la excepción en un país donde nos acostumbramos a que algunas condenas lleguen décadas más tarde.
El revuelo fue tan grande que hasta la condenada de la tobillera y el vendedor de seguros acusado de golpear a su mujer de repente se auto percibieron honestos y salieron a horrorizarse mediáticamente por el posible affaire.
Lejos de reaccionar según lo esperado, Milei, que siempre termina sorprendiendo por sus formas de entender la política y el poder, eligió hacer silencio ante la acusación y seguir adelante con su campaña sin alusiones directas a lo denunciado y apenas citar una vieja frase en uno de sus actos: «El ladrón cree a todos de su condición».
Pero los argentinos –sobre todo aquellos que lo votaron cansados de la banda de delincuentes que nos estuvo robando en la cara durante años- tenemos que saber la verdad. ¿Se trata de una «operación» de sectores de la oposición? No sería la primera vez que el kirchnerismo lanza una mentira para tratar de ganar una Elección. Después de todo, hace un año y medio que está intentando voltear al Gobierno de todas las maneras posibles. Pero… ¿Y si es cierto? ¿Cómo seguiría un Gobierno al que se le compruebe un hecho de corrupción en su cúpula, en su círculo más íntimo, y no en el acccionar de un funcionario menor al que simplemente pueda echarse para terminar con el problema? ¿Cómo se sostiene un discurso que se basa en el fin de los negociados desde el Estado si se comprobara que lo único que cambió sería la identidad de los beneficiados, haciendo realidad ese repetido karma argentino de que «son todos lo mismo»?
Las sospechas de corrupción tienen que investigarse y aclararse. Y eventualmente, condenar a quien resulte responsable o evacuar toda duda acerca de su probidad si solo se trató de una falacia.
La Ministra de Seguridad lo repite siempre: «Ahora, el que las hace las paga». Sería muy bueno saber que la advertencia corre para todos por igual.