Somos rehenes



Editorial » 01/04/2022

El Gobierno Nacional oscila entre lo grotesco y lo nefasto. Luego de ver al Canciller Cafiero pasando vergüenza con su pronunciación del Inglés y su posterior insulto al periodista Jorge Lanata, a la senadora Sandra Mendoza...

El Gobierno Nacional oscila entre lo grotesco y lo nefasto. Luego de ver al Canciller Cafiero pasando vergüenza con su pronunciación del Inglés y su posterior insulto al periodista Jorge Lanata, a la senadora Sandra Mendoza hablando de «la espada de Dómacles», y a Alberto Fernández haciendo aqua gym con un grupo de jubiladas, y finalmente desechada la creación de una «Subsecretaría de Resiliencia», para, al estilo de su amigo el dictadorzuelo Nicolás Maduro, «mejorar el humor social», ahora el presidente anunció la «Guerra contra la inflación». Una guerra para la que, por supuesto, no tiene programa ni idea alguna. O sí: en estos días dijo que justamente la inflación es una «autoconstrucción en la cabeza de los argentinos», y que «hay diablos que hacen subir los precios», nada nuevo proviniendo de la misma gente que antes decía que la inseguridad era «una sensación» y que acá había «menos pobres que en Alemania».
Es que la fluidez verbal tampoco parece ser una virtud del primer mandatario. Ni el oportunismo. Todavía resuenan sus palabras, dichas pocos días antes de la invasión a Ucrania, invitando a Putin a utilizar a nuestro país como «la puerta de entrada a Latinoamérica». A no olvidarse que, en tiempos de Perón, los que abrieron esta puerta fueron los nazis. Por lo que puede verse algunas costumbres -y gustos- se mantienen pese al paso del tiempo.
De lo que no se privó el Gobierno y el kirchnerismo es de hacer su montaje de cada año por el «Día de la Memoria», agregando esta vez las insólitas acusaciones hacia los porteños, vinculándolos indirectamente con la Dictadura. Pero la memoria tiene que hacerse completa: fue el «compañero» Menem el que indultó a los militares, no Macri ni nadie del Pro. Como también fue un gobierno peronista, el de Isabel, la viuda de Perón, el que les dio a los militares la orden de «aniquilar» a la subversión.
Y mientras la vocera presidencial –nada menos- nos informa livianamente que Alberto y Cristina no se hablan, 40 millones de argentinos asistimos atónitos a la brutal ruptura de la coalición gobernante, que llegó prometiendo la vuelta del asado y ni siquiera puede contener el precio del pan, demostrando una total ineptitud para administrar el Estado y las más insólitas contradicciones en cada una de sus decisiones. Inclusive, votando divididos en el Congreso. Y peor aún, dejando en evidencia, más que nunca, que lo único que les importó siempre fue limpiar el legajo judicial de Cristina Kirchner y aferrarse a sus espacios de poder.
Con un canciller que no sabe inglés, una senadora que no sabe leer, un gobierno que tiene a su mayor oposición adentro, una vice a la que le molestan los piedrazos cuando entran por su ventana pero no cuando se los tiraban a sus opositores y un presidente que no sabe dónde está parado ni hacia dónde dirigirse, y con dos años más de todo esto por delante, no podemos menos que sentirnos rehenes.
Eso somos. Rehenes de los incapaces, los mentirosos y los corruptos, que manejan el país como si fueran sus dueños y no nuestros mandatarios.


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