30 años de Pereyrismo en Varela



Informe Especial » 01/06/2022

En mayo de 1992, el gobernador Eduardo Duhalde convocó a Julio Carpinetti a conducir el Fondo de Reparación del Conurbano Bonaerense. Julio Pereyra, por entonces el primer concejal del Justicialismo, asumió el lugar de su conductor y amigo, que se fue a la Provincia.

En mayo de 1992, el gobernador Eduardo Duhalde convocó a Julio Carpinetti a conducir el Fondo de Reparación del Conurbano Bonaerense. Julio Pereyra, por entonces el primer concejal del Justicialismo, asumió el lugar de su conductor y amigo, que se fue a la Provincia. Por entonces nadie –ni él mismo- podían imaginarse que estaba surgiendo una nueva época en la historia política varelense. Hace 30 años, nacía el Pereyrismo.
En junio de 1993, y por unas desubicadas declaraciones sobre su ex pareja Graciela Giannettasio, Duhalde le pidió a Carpinetti su renuncia. En Florencio Varela, en tanto, varios sectores del peronismo concretaron una traición. Apoyaron a Pereyra para ser el candidato del PJ en las Elecciones de octubre, aunque Carpinetti pretendía que su ex delfín se corriera de la escena para recuperar su cargo. Y Pereyra fue electo Intendente, con 63.402 votos. Su campaña no tuvo mucho de sutil. «Ahora, vote honestidad y humildad», repetían los autitos que recorrían la ciudad a través de sus altoparlantes.
La gestión empezó con no pocos tropiezos. El primero, el de la «Mutual Fantasma» vinculada a Daniel Zisuela que explotaba el estacionamiento medido con boletas «mellizas» y robo de energía eléctrica. Luego, el escándalo con la elección de la «Miss Florencio Varela» a la que nunca le dieron los premios prometidos. Pero el peor de todos llegó en 1995. Y se llamó «La Voz del Campo». Pereyra convocó a unos 200 trabajadores a trabajar en cinco campos varelenses a cambio de 200 pesos mensuales para producir verdura y luego venderla organizados como cooperativa. Pero la cosa salió mal. En lugar de trabajar las cuatro horas diarias pautadas, los obreros fueron obligados a permanecer labrando la tierra hasta 14 horas por día, sin baños, bajo el rayo del sol, y sin herramientas. Una de ellas perdió un embarazo por habérsele impedido descansar, y a otro se le prohibió asistir al velorio de su esposa bajo amenaza de despedirlo. Por si fuera poco, un subsidio de 100.000 dólares enviado por la Secretaría de Desarrollo Social de la Nación se esfumó sin dejar rastros, como tampoco se determinó quién se quedó con los millones de pesos recaudados con la venta de la verdura del emprendimiento. Pereyra y gran parte de su entorno, entre ellos, una vez más, el ahora preso por promoción de la prostitución de menores, Daniel Zisuela, fueron denunciados ante la Justicia Penal, que nunca los sancionó pero tampoco cerró el caso. Y también se iniciaron cinco causas laborales, que en este caso sí condenaron a los responsables de la explotación.
En 2002, unas declaraciones de Pereyra tuvieron repercusión nacional. Le dijo al diario «La Nación» que andaba armado y que «no tendría problemas en usar su arma si fuera necesario».
Solo dos años más tarde, una investigación llevada adelante por un programa televisivo mandó a la cárcel a dos consejeros escolares de Pereyra. Las irregularidades del organismo, que contaban con la «vista gorda» del poder político local, no pudieron disimularse y los dos funcionarios pereyristas debieron pasarse una temporada entre rejas.
Pero todos estos deslices no hacían mella en la figura de Pereyra, que seguía ganando elecciones y escalando posiciones en la estructura peronista. Su amistad con Néstor Kirchner y con Carlos Kunkel y su arte para adaptarse a los cambios políticos lo ubicaron siempre cerca de la «mesa chica» de la dirigencia nacional.

Tampoco tuvo consecuencia alguna para el viejo Barón del Conurbano la explosión de un depósito de pirotecnia clandestino que causó cinco muertes en el Kilómetro 26, en 2004, pese a que su administración había ignorado -por lo menos- la infracción del comercio donde se produjo el siniestro.
El patrimonio de Pereyra siempre estuvo bajo sospecha. En 2010, le dijo a Mi Ciudad que lo único que tenía era «una casa quinta hipotecada» y que «asesoraba a una empresa mexicana para sus inversiones en Latinoamérica». Y en 2016, también en declaraciones a nuestro medio que tuvieron repercusión nacional, dijo vivir «en una quinta que alquila» y que «daba conferencias en el extranjero porque el sueldo no le alcanzaba», además de agregar que «asesoraba a intendentes de México y Ecuador».
En 2012, luego de criticar los «cacerolazos» contra el gobierno kirchnerista por ser «de la gente de clase media y alta, que no está de acuerdo con la redistribución de la riqueza», Pereyra, descubierto por un ex legislador opositor, debió tomarse un avión de regreso a Buenos Aires, desde Orlando, a donde había viajado para llevar a Disney a su hijito y a su segunda esposa. Por esa época, la AFIP no permitía comprar dólares más que en cuentagotas. La noticia fue comentada ampliamente por la TV nacional.
En agosto de 2016, Pereyra volvió a ser noticia en los medios de todo el país. Una investigación de Mi Ciudad demostraba que máquinas viales al servicio de la Comuna habían asfaltado el acceso al barrio privado donde residía pocos días antes de su tercer casamiento.
Durante sus siete períodos como intendente, Pereyra fue objeto de varias denuncias. A la ya mencionada de «La Voz del Campo» se sumaron la que en 2013, y hablando de dinero desviado a las Islas Caimán, realizó el dirigente peronista Juan Mussa por «estafa, cohecho y asociación ilícita», que nunca prosperó, y la que en 2017 inició Elisa Carrió por enriquecimiento ilícito, desvío de fondos y otros delitos, mencionando la posible existencia de una sociedad «offshore» en Estados Unidos, causa que motivó el allanamiento de la Municipalidad y el Concejo Deliberante local pero que no avanzó desde entonces. Carrió también lo denunció en una investigación sobre fondos del Mercosur que debían llegar a la UNAJ.
El último escándalo que lo tuvo como protagonista llegó en febrero de 2021, cuando otro informe de Mi Ciudad reveló que era uno de los «vacunados VIP» que recibieron entre gallos y medianoche sus vacunas contra el COVID en el Hospital El Cruce, figurando como «personal de salud». Pero esto no impidió que integrara la lista del Frente de Todos en las últimas Elecciones.
30 años pasaron y aunque Pereyra ya no es el jefe comunal, sigue siendo el hombre políticamente más poderoso de Florencio Varela. Para eso, supo superar todo tipo de obstáculos, entre ellos, sus problemas de salud. A la recordada caída cuando montaba una yegua, que lo tuvo un largo tiempo en silla de ruedas, se agregaron varias intervenciones quirúrgicas. En una de ellas, le colocaron siete tornillos en su columna vertebral. En otra, le extirparon un riñón. Sus inconvenientes respiratorios son abordados con varias jornadas semanales de natación, que cumple rigurosamente en la piscina climatizada de la lujosa propiedad en la que reside.
A lo largo de este tiempo, tuvo varios privilegios, entre ellos, haber integrado la comitiva que viajó con Cristina Kirchner a la asunción del Papa Francisco al Vaticano en 2013, y lograr acomodar a todos sus hijos y a su última esposa en cargos públicos. Además, presidió durante años la Federación Argentina de Municipios y la FLACMA (Federación Latinoamericana de Municipios y Asociaciones), fue legislador provincial y, en 2021, fue electo diputado nacional, cargo a través del cual integra cinco comisiones internas y la vice presidencia de la Comisión de Asuntos Municipales de la Cámara. Todo ello pese a haber sido considerado «el peor intendente del Conurbano» según la prestigiosa encuestadora Poliarquía, y de comandar por décadas una ciudad sumida en la pobreza, en la cual un gran porcentaje de la gente vive en calles de barro, sin cloacas y hasta sin agua potable. Una ciudad que, en estos años, junto a su crónica decadencia, vio crecer descaradamente el patrimonio y el modo de vida no sólo de Pereyra, sino de todos los que integraron o integran su entorno.


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