Por Angela Juárez
Al Lautaro Coronel que llora la gente es a otro: el ícono de una nueva generación que nació cagada a palos, se la dio en la pera, se rescató como pudo y, reinventándose, comenzó a cumplir sus sueños.
El Noba que murió es un cuerpo vivido, sufrido, que estaba en alza, que estaba ganado una lucha. Al Lautaro Coronel que llora la gente es a otro: el ícono de una nueva generación que nació cagada a palos, se la dio en la pera, se rescató como pudo y, reinventándose, comenzó a cumplir sus sueños. Las lágrimas de los vecinos, fans, amigos son por la esperanza de que cada niño pobre pueda pensar que una vida distinta es posible.
En los barrios populares de Varela (bah´casi todos), los pibitos –cada vez más guachines- comienzan a entonar melodías mientras sueñan -a futuro- con tener una casa, zapatillas, comer asado los domingos… Y, es que sueñan a futuro porque de pibitos están surfeando la ola como pueden, entre calles de tierra, baja presión de agua, cortes de luz constantes, quema de basura en las esquinas…El guiso y la polenta se mezclan con la cumbia 420 cuando algunos ni siquiera dejaron los pañales.
Y, cuando el Noba resurgió de sus propias cenizas, cuando se reconoció su talento, cada pibe varelense de a pie comenzó a pensar que una vida donde estar «chelo» era posible. Pero no solo como artista, sino como sujeto activo de la sociedad, de esos pibes peronistas de la cuna de «donde existe una necesidad, nace un derecho» más que de acuerdos partidarios cuyo objetivo final es la sumatoria de votos para alcanzar el poder.
Y, ya los padres no miraban a sus pibes de refilón despectivo ante sus intentos de trascender por las redes sociales; sino que se preguntaban si podían ellos también «pegarla» y despegarse de la vida de miserias que muchos maman desde el nacimiento.
Convertido en «la estrella varelense de la cumbia 420», ya con los personajes locales colgándosele de las tetas que no tenía, el Noba, siguió siendo Lautaro Coronel y haciendo lo que cualquier vecino de un barrio popular varelense haría: ¡disfrutarla! Estar chelo… Salió a pasear, compró lo antes solo miraba desde una vidriera o en el celular, le dio a su hija todo lo que estaba a su alcance, ayudó a su familia, se compró un terreno, comenzó a construir su casa y, se descuidó. La estaba pasando tan bien que no la vio venir.
El Noba fue como un Maradona fugaz en los varelenses. Una esperanza en un mundo que parece irse a la mierda. Fue la ilusión de que si él lo había logrado no había ninguna razón para que otro pibe, otra piba, otre pibe, no pudiera también hacerlo. Y esto atravesó guachines, pibes, calles de tierra, y, hasta el cordón del conurbano.
Y es que, El Noba le dio a los vecinos lo que, por décadas los partidos, los funcionarios, las secretarias, los departamentos no han logrado: una certeza de que «estar chelo» puede ser más que una promesa.