Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
El avance de la Comuna sobre los símbolos históricos de Florencio Varela no se detiene. A la mutilación realizada en el mástil recordatorio de la declaración de ciudad que denunciamos en nuestra última edición se sumó ahora...
El avance de la Comuna sobre los símbolos históricos de Florencio Varela no se detiene. A la mutilación realizada en el mástil recordatorio de la declaración de ciudad que denunciamos en nuestra última edición se sumó ahora la antiestética y lamentable intervención en el monumento a la bandera, tradicional emblema del distrito.
Ante tal avasallamiento, lo más doloroso es constatar la anomia de nuestra sociedad. Los varelenses parecemos estar anestesiados, sometidos a un régimen que nos gobierna a su gusto y voluntad desde hace 40 años, tomando las calles y transformándolas en espacios partidarios cada vez que lo creen conveniente o hasta disponiendo de lo que por su carácter de público e histórico, los trasciende, como en estos casos. Nada que sorprenda, en definitiva. Si muchos asisten en silencio al escandaloso enriquecimiento de nuestros funcionarios desde hace décadas, y aún peor, si no son pocos los que se pelean por sobarles el lomo a esos mismos dirigentes, sería imposible esperar que alguien se animara a levantar su voz para señalar algo «tan poco importante» como la destrucción de un monumento.
Primero fue el mástil instalado en la plazoleta de Avenida San Martín entre Alem y Contreras en 1953. A ese enclave de forma piramidal se le recortaron, en julio de este año, las tres partes que formaban su base, y que no eran sólo de tierra, como se intentó hacer trascender, sino que tenían bordes de material, como puede observarse muy bien en el dibujo original del mástil, publicado en Mi Ciudad días antes de su inauguración y reproducido el mes pasado. Este atropello pasó desapercibido hasta que apareció en nuestra edición de agosto. Sin embargo, ninguna entidad se refirió al tema. ¿Qué hubiera ocurrido si aún vivieran los recordados historiadores locales Piccina Fernández, Angel Basta o Graciela Linari? ¿Se hubieran quedado callados? Seguramente no. Como tampoco lo hubieran hecho otros atentos observadores y custodios del acervo histórico local como fueron Mito Rodríguez y Quique Lando, el propio fundador de Mi Ciudad, Ramón César Suárez, o tantos otros que en este momento escapan a nuestra memoria. Pero en el Florencio Varela de hoy el tema no fue de interés ni siquiera para los concejales, ni aún para los de la supuesta «oposición».
Desde el Municipio tampoco hubo respuesta alguna, pero sabemos que nuestro artículo fue tratado –y no con buenos términos- en una reunión de gabinete presidida por el propio Intendente Watson.
Durante el mes que terminó, también avanzó una intervención en el monumento a la bandera, que es uno de los más antiguos del país. Inaugurado con un gran festejo popular el 2 de julio de 1938, con la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco –el primer mandatario de ese rango que visitó nuestra localidad- y durante la intendencia del Dr. Félix Evaristo Rodríguez, la obra, construida por el vecino Simón Sperandío sobre un bosquejo de Godofredo Coca, fue solventada con una colecta pública y kermeses y costó 4375,90 pesos.
A más de 80 años de aquella jornada, la Comuna decidió inconsultamente destrozar parte de la base del monumento, retirar las cadenas que lo rodeaban y unían los pilares de su contorno, y colocar dos insólitas rampas en el lugar, como si fuera un sitio al que hay que «subirse», alterando su estética y su significación. Aunque la «reforma» pensada era peor aún: durante un par de días, se colocaron en el lugar, de pilar a pilar, unos caños que fueron retirados ante la polémica que se generó por la modificación. Así que además de hacer las cosas mal, se compran elementos que después de desechan.
Pedido de informes
Al menos esta vez el concejal Mario Kanashiro presentó un pedido de informes sobre el asunto. El edil de Juntos cuestionó «la evidente modificación de la estructura y la fisonomía original del Monumento a la Bandera» y recuerda que fue declarado Monumento Histórico de Interés Municipal desde el 5 de julio de 2018, a través de la Ordenanza Municipal N° 9201/2018, promulgada por el Decreto N° 1318/2018.
Esa declaración establece que «se debe respetar estrictamente el estilo de la obra» y prohíbe «toda modificación que altere su valor cultural».
El proyecto acota «que se observa en las actuales modificaciones relacionadas con el museo de Malvinas al aire libre la colocación de barrales metálicos en lugar de las cadenas que originalmente limitaban y ornamentaban la estructura central del monumento de marras» y agrega «que siendo oportuno el mejoramiento de la obra original para adecuarlo a las nuevas estructuras referidas a la gesta de Malvinas, debiera aprovecharse la ocasión para la reposición de las cadenas primitivas o similares».
«El contenido simbólico de las cadenas –ilustra- en la ornamentación se basa en su capacidad de contener, sostener, ligar, en forma dinámica y entrelazada, contrapuesto al concepto meramente limitante de las barras metálicas».
Por ello, el concejal «solicita que el Departamento Ejecutivo a través de las áreas competentes se sirva informar a éste Honorable Concejo Deliberante los fundamentos que motivaron la colocación de barrales en lugar de cadenas de material ferroso» y pide «retrotraer el modelo arquitectónico al autorizado por sus creadores hace más de 84 años respetando en un todo el espíritu vertido en la ordenanza que oportunamente se aprobó y promulgó en el año 2018».
Y por si fuera poco…
Pero eso no es todo: pegado al monumento, al Municipio se le ocurrió levantar una estructura que dificulta su visualización. Algo tan ridículo como edificar un muro que tape al Obelisco en la ciudad de Buenos Aires. Como si no hubiera otro sitio en el distrito para hacerlo. Así lo explicó la Oficina de Prensa de la Comuna: «El Municipio inició la realización de una estructura en honor a quienes defendieron la soberanía nacional ante las tropas británicas sobre el boulevard de la avenida, en su cruce con Castelli-9 de Julio. Estipularon la colocación de seis tótems para generar un recorrido integral del espacio público, con palabras clave, imágenes más textos en las paredes de cada uno donde representar lo acontecido a modo de museo al aire libre. Previeron erigirlos mediante bases y columnas de hormigón armado, recubiertos de mampostería en elevación, revocadas, con terminación de revestimiento plástico donde instalar la gráfica mencionada.
Sobre la vereda existente, optaron por diseñar en bajo relieve la figura de las Islas Malvinas con una intervención de todo el entorno junto a la restauración en el monumento del cañón existente. Añadieron al proyecto, artefactos de iluminación exterior con reflectores LED y parquización general del área».
De modo que, al cañón que apunta «amistosamente» hacia quienes arriban a nuestra ciudad, se le sumará ahora una serie de columnas que tapan al símbolo del partido. ¿No había otro lugar para levantar el recordatorio a los combatientes en la Guerra? ¿Quiénes son los genios arquitectónicos que deciden en el Municipio?
Mientras el intendente Andrés Watson manda a colocar cartelitos en los que dice «hacer historia» por la recuperación de los adoquines reciclados en el Boulevard principal de la ciudad -una «obra estratégica», según su particular visión-, su gestión corre el riesgo de ser recordada por arruinar nada menos que al símbolo del partido, justamente ese al que tanto se quiso «proteger» ante la supuesta amenaza que constituía la llegada del «Metrobus», que nunca había contemplado la posibilidad de eliminarlo, como interesadamente se intentó hacer creer a la población.