El caso de Lautaro y Lucas sigue sin resolverse y lo que es peor, envuelto en la indiferencia de todo el espectro político local...
El caso de Lautaro y Lucas sigue sin resolverse y lo que es peor, envuelto en la indiferencia de todo el espectro político local, donde ni siquiera aquellos organismos que dicen defender los «derechos humanos» -.y que en otros episodios que ni siquiera involucraban a varelenses levantaron banderas exigiendo justicia- emitieron opinión al respecto.
Se sabe que el 9 de diciembre, después del partido de Argentina, Lautaro Morello y Lucas Escalante salieron juntos, en el automóvil de este último. Y que nunca volvieron. Primero apareció el auto, un BMW azul, prendido fuego. Y después el cuerpo de Lautaro, carbonizado. Antes de ello, otros cadáveres también hechos cenizas. El paradero de Lucas todavía es una incógnita. Dos personas, una de ellas Cristian Centurión, policía de la provincia de Buenos Aires, están detenidas por el caso. Las dos son parientes de un comisario mayor de la misma Fuerza, que extrañamente participó de uno de los «rastrillajes» realizados para encontrar a los jóvenes.
Mi Ciudad habló con Luciana Morello, tía de Lautaro, quien manifestó su tranquilidad porque el caso pasó a manos del Fiscal Daniel Ichazo. No es para menos: en dos meses fueron cuatro los fiscales que desfilaron por el expediente, y algunos fueron muy cuestionados. «Toda la familia está conforme con Ichazo. Lo vemos muy metido en la investigación», dijo Luciana. Se trata del mismo funcionario judicial que llevó la causa que terminó con la detención por prostitución de menores del ex concejal Daniel Zisuela, también afectado a otras causas sensibles que tocan al poder político local, y unánimemente reconocido como una de las figuras más intachables de la Justicia zonal.
«Lautaro era un chico feliz, que tenía muchos sueños y proyectos, que amaba a su familia, a su mamá, amaba la vida. Se levantaba todos los días seis y media de la mañana. Iba a buscar autos para lavar. Preparaba mate, lavaba autos, tomaba mates con la mamá antes de que se fuera a trabajar… A las cinco terminaba de lavar y se iba a estudiar. Estaba terminando el secundario», relata.
«El 9 de diciembre después de haber trabajado todo el día y después del partido de Argentina, puso en su estado: ¿quién quiere tomar una gaseosa? Porque ese era su único vicio: tomar una Coca Cola en la esquina mientras esperaba a la mamá que bajaba del colectivo. Cuando publicó eso, Lucas le dijo que lo iba a pasar a buscar. Lucas había tenido una relación con una sobrina mía, casi cuatro años. Cuando mi hermana estaba llegando le mandó un mensaje y ahí ya Lauti nunca contestó. Lo empezamos a llamar todos y no contestaba… Según contó un amigo, se había ido con Lucas en el auto… Lo buscamos todo el viernes a la noche, toda la madrugada, y el sábado fuimos a la Comisaría. Porque él siempre te avisaba donde estaba, o te mandaba fotos».
El trato recibido en la Comisaría, la Cuarta de Bosques, fue vergonzoso. «Nos atendió el interventor, el Comisario Argarañaz… Con malos modos, subestimándonos. Mi hermana le dijo que m sobrino nunca se iba sin avisar, y él le contestó «ya va a volver tu hijo. Debe estar en pelotas tirado por ahí con minitas en alguna quinta… Cuando se le acabe el dinero va a volver». Así te atiende Argarañaz. «Estas son cosas de pibes –insistió- cuando se le acabe la guita va a volver». Pero no le hicimos caso y seguimos buscándolo», agrega Luciana.
La aparición del auto incendiado en la Ruta 53 agregó más incertidumbre. «Recibimos un mensaje que decía que los chicos habían sufrido un accidente y que busquemos por los hospitales. Así que recorrimos todo Varela, La Plata, Quilmes,… Y nada. Volvimos al lugar donde se encontró el auto, preguntamos a la gente de los campos, nos metimos en casas abandonadas…», recuerda. Y luego decidieron llamar a los medios para que el caso se visualizara. Por eso, realizaron la primera nota, con Crónica TV.
«El comisario seguía faltándonos el respeto e hicimos una marcha en la puerta de la Comisaría. En un momento nos dijo que si seguíamos con esa marcha iba a abandonar la búsqueda, porque tenía que usar los móviles o para buscar a los chicos o para controlar la marcha. Así que dejamos la protesta. Vino un comisario de la DDI que nos preguntaba si Lautaro se drogaba o tenía malas juntas, cosa que sabíamos que no era así. Había que ver las preguntas que le hacía a mi hermana, que estaba destrozada, sentada en el suelo», asegura.