Hace más de dos años que Betiana Iácono y su familia están viviendo una pesadilla.
Hace más de dos años que Betiana Iácono y su familia están viviendo una pesadilla. Fue en noviembre de 2020, según lo cuenta la médica legista a Mi Ciudad, cuando su hija «fue violada por dos jóvenes de Florencio Varela» y la causa estuvo a días de quedar cerrada con un sobreseimiento de los acusados, en un trámite que presenta varias irregularidades, una de las cuales, la más grave, es el hecho de que «la abogada de los denunciados y uno de los fiscales que intervinieron en el juicio sean pareja», aseguró Betiana a este medio.
El hecho ocurrió el 7 de noviembre de 2020, en plena Pandemia, cuando varios chicos y chicas de F. Varela se reunían en casas particulares para sortear las prohibiciones. «Esa noche pasaron a buscar por casa a mi hija dos conocidos de ella. Ella había estado con unos amigos antes y salió pensando que iba a una nueva juntada. La llevaron a un departamento que no era de ninguno de ellos, que tenía un cartel de alquiler en la puerta, había preguntado a donde iban y no le contestaron. Entraron, apagaron las luces, cerraron con llave y ella se empezó a sentir incómoda. Empezaron a quererla seducir, ella llamó a una amiga, ellos no querían que fuera, le decían de hacer un trío sexual, les decía que no y no podía creer que siguieran con esa propuesta, ya que los conocía… Esa amiga que iba a ir le dijo que no iba, entonces ella pensó que se había terminado, que iba a volver a casa, pero pasó lo que pasó… Dice que se quedó como congelada, que no podía reaccionar, yo misma pensaba cómo fue que no se defendió, pero uno nunca sabe cómo puede reaccionar… Y empezaron los golpes».
Estos golpes dejaron su huella, y las fotos, que Betiana nos muestra, están acompañadas en el expediente. «Hubo abuso, golpes, ella tiene lesiones típicas de agresiones sexuales. No puedo entender cómo esos golpes no acreditaban nada. El cuerpo médico constató las lesiones pero lo hizo mal, no describe los tamaños, son equimosis, moretones, que ocupan media nalga».
«Después de eso, cuando mi hija logró desprenderse de la situación, y cuando su cuerpo no daba más y pensó que se iba a morir, que la iban a matar, se metió en el baño y llamó a su amiga, le dijo por favor que la vaya a buscar, desesperadamente, porque estaba sangrando en su parte genital, y a ellos, fingiendo, porque le daba miedo salir y enfrentarlos porque podían pensar que iba a denunciar lo que pasó, les dijo que era la chica la que necesitaba verla con urgencia, y por eso la iba a venir a buscar», amplía, y continúa: «ante el hecho de que una persona venía ya, la dejaron salir, y esta chica la vino a buscar. Mi hija estaba en estado de shock, la amiga la llevó a su casa, le dio una bombacha, y después vino para mi casa. Yo le había mandado un mensaje porque cuando me desperté no estaba y ella me respondió que estaba en lo de la amiga porque se había olvidado la llave. Cuando llegó yo me enojé, no sabía lo que le había pasado».
«Al otro día estuvo en la mesa callada… Y después me llamó a la pieza y me contó. Se me cayó el mundo abajo. No sabía qué hacer. Lo primero que hice fue llevarla al Hospital… Ella estaba mal, como si no fuera ella… En el Hospital Mi Pueblo la atendieron muy bien, la contuvieron, le dieron el kit de profilaxis, y nos fuimos a la Comisaría de la Mujer, donde la atención fue un desastre. Nos maltrataron, nos hicieron esperar… Pasó sola, yo escuchaba algo, que la oficial que la estaba atendiendo cortaba y hablaba por teléfono varias veces… Escuché un relato terrible. Cuando salió nos hicieron esperar quince minutos, la volvieron a llamar, y le dije hija leé lo que firmás… Nos fuimos con la hoja de su declaración. Cuando la leí no entendía, no era lo que ella me había contado y no estaba lo que yo había escuchado. Ella firmó y no leyó. De ahí se agarra la defensa de los acusados para decir que el relato no es contundente… Se le exige a una mujer violada tener un relato conciso y contundente, mientras que ellos nunca dieron su versión de los hechos, porque cuando los llamaron eligieron no declarar. En estos casos hay gente que recuerda las cosas después, o que no las recuerdan nunca…».
Betiana hace una pausa y continúa: «La llamó una asistente social que la contuvo, le dijo que siga adelante… Que tenía derecho a ampliar su declaración… Yo confié en que la Justicia iba a hacer las cosas bien y en esos primeros tiempos no teníamos abogado… Después vinieron las pericias. Una psicóloga habló de «la experiencia sexual relatada por la joven»… Creo que no fue una experiencia sexual… Que la estaba juzgando…». Luego, profundizó: «Tenemos chats, en uno de ellos mi hija le decía a la amiga «Vení que tengo miedo de ser violada»… Todo fue un calvario. Hubo perimetrales denegadas, uno de los imputados hasta salió del país… Y la Secretaria del Fiscal me dijo que como iba todo lo más probable era que la causa terminara en un cajón».
El tema de la perimetral denegada es de extrema gravedad: Julián Busteros, el juez de Garantías a cargo de la causa, se negó a concederle la medida pese a que luego del episodio que le tocó sufrir, la víctima se encontró con los acusados en reuniones a las que había concurrido.
Por suerte Betiana encontró dos abogadas que le dieron la confianza necesaria para torcer el oscuro pronóstico que le había dado la funcionaria judicial. Son Marcela Micoleichuk y Cintia Hetch, a las que describe como «dos excelentes personas y profesionales, especializadas en género. Desde que ellas asumieron el cargo, casi un año después, el expediente comenzó a moverse».