Las Elecciones del 14 de octubre de 2001 fueron atípicas. Eran épocas de un gran descontento con la clase política, y el pueblo dió su veredicto en las urnas: por primera vez desde el retorno de la Democracia, un 41 % del padrón decidió «no elegir» a ningún candidato.
Las Elecciones del 14 de octubre de 2001 fueron atípicas. Eran épocas de un gran descontento con la clase política, y el pueblo dió su veredicto en las urnas: por primera vez desde el retorno de la Democracia, un 41 % del padrón decidió «no elegir» a ningún candidato.
¿Cómo fue esto? Sumando los que no concurrieron a votar, los votos en blanco y los votos nulos (muchos de ellos, correspondientes a «boletas» con imágenes de Clemente y otros personajes humorísticos), hubo más de 10 millones de personas que expresaron su «voto bronca» a la clase dirigente argentina.
El particular episodio, fue motivo de diversos análisis. Uno de ellos, fue el que, desde las páginas del diario «La Nación», efectuó el prestigioso historiador Félix Luna, quien no ahorró duras críticas hacia quienes habían «desperdiciado su oportunidad de votar».
Su extenso artículo de entonces, motivó que el fundador de Mi Ciudad, Ramón César Suárez, -de cuyo fallecimiento el 29 de marzo pasado se cumplieron 19 años- enviara una aún mucho más extensa carta al diario que compraba cada mañana en el kiosco de Raúl Cabaleiro, en Av. San Martín y Dr. Sallarés, lugar donde también mantenía largas charlas donde no faltaban los temas de actualidad política e historia argentina.
Esa carta, es la que publicamos en la Revista Anuario 2005 y hoy repetimos, aunque algo extractada por razones de espacio:
«Sr. Director de «La Nación»
LAS «COMPADRADAS Y OTROS TERMINOS», NO SON COMUNES A LOS HISTORIADORES
Es ésta la segunda vez que me dirijo a «La Nación», precisamente en momentos en que el diario de Bmé. Mitre y el de todos, está por cumplir 132 años de su fundación, para molestar su atención, haciendo llegar mi modesta opinión, pues llevo más de 60 años ininterrumpidos, de los 72 que tengo, dirigiendo diarios, periódicos, y revistas.
Pero vayamos al motivo de esta Carta de Lectores, sin pretensión de que la misma esté animada por un afán de polémica, lo que no está en mi propósito, máxime teniendo en cuenta el caudal intelectual del Prof. Félix Luna, pero sí hacerle conocer al mismo, lo que piensa uno de sus fieles lectores sobre sus últimos trabajos, y que dado el silencio que los ha rubricado, no puedo al menos interpretarlo como complacencia.
Resulta Sr. Director, y disculpe mi lenguaje, que sólo tiene el respaldo de la sinceridad y espontaneidad con que estoy escribiendo, que no puedo dejar de evidenciar mi eco negativo y no exento de sorpresa, de las últimas expresiones del Prof. Luna, sobre hechos que han ocurrido en nuestra Patria últimamente y dan la impresión que el nombrado Historiador, parece haberse autoerigido ultimamente, con la facilidad de que goza en dar a conocer sus «sentencias», a través de «La Nación», una tras otra formando una especie de cadena de «verdades», que como las considero al menos tal mi interpretación, «a medias», resultan carentes de la seriedad debida, son ofensivas y pueden llegar a confudir al mundo lector, al juvenil prácticamente vírgen en estas situaciones, que se puede sentir atraído por la etiqueta, pero perjudicado en el contenido, un mal que viene por otra parte de lejos y del que practicamente nadie deja de tener un grado de responsabilidad.
No pongo en duda la capacidad intelectual del nombrado, máxime si se compara con la que lamentablemente puedo a mi vez ofrecer, ya que no soy graduado sino un apasionado de la lectura de la historia e insólitamente por esas cosas del destino, testigo y hasta protagonista de muchas escenas que han tenido lugar en las últimas decadas del siglo XX. Soy uno de los tantos adictos a sus obras, fomentadas generosamente en los kioscos en los últimos tiempos y siempre a muy a mano en las Bibliotecas Públicas, cuando no se busca un autor determinado, sino un tema.
Lo que cuestiono, es la imparcialidad que considero indispensable para que el edificio de la Nación, hoy como casi siempre enfrentado en los más diversos escenarios, se construya con bases sólidas y firmes, dejando de lado partidismos o vínculos familiares o de relación, propiciando la fortaleza del llamado ser nacional, molde para el mañana y espejo para la actualidad.
Es bueno ahora remontarse a las ejemplares obras literarias de Mitre, Sarmiento, Alberdi, Mansilla, Galvez, Villafañe, Ibarguren, Levene, Rosa, Rojas, Romero (P) u otros más cercanos, como Sábato, Romero (h) Terragno, Aguinis, O´Donnell, García Hamilton y otros, sin desechar autoras argentinas y escritores internacionales de la talla de Potash, especialmente interesado en la Historia Argentina, que debieran ser motivo de la ilustración pública como una de las referencias insorteables.
Todos ellos y muchos más, incluso el propio Luna, pueden remontarnos a nuestros orígenes, permitiéndonos llegar a conclusiones desapasionadas y ubicándonos en el «tiempo y circunstancia» de tales hechos, rescatando las figuras artífices del parir del país, con sus hechos positivos y negativos, de los que nadie estimo escapa, salvo el Padre de la Patria, el Gral. José de San Martín y el multifacético Prócer y Creador de la Enseña Patria, General Manuel Belgrano.
Allí está la herramienta útil para que la Juventud, que no quiere desertar de la tierra a la que tal vez hace muchos años llegaron esperanzados sus mayores y que en el juego infalible de las «luces y las sombras» que distinguen el accionar de los seres humanos comprometidos con la historia nacional, halle la respuesta a dar a quienes el 9 de Julio de 1816 nos declararon libres de España y de toda otra Potencia del Mundo, sellando ese compromiso sagrado con la Unión Nacional, que sólo nos puede deparar la Democracia y el Pluralismo que de ella se desprende.
El Prof. e Historiador Félix Luna en una opinión más a «La Nación», dió un veredicto harto irrespetuoso y agresivo a quienes el 14 de octubre del año último, con casi un 45 % de votos en blanco o de repudio, le dijeron no, a los «politiqueros» de turno.
No creo que lo haya tomado como una cuestión personal, hacia aquellos prendidos desde años a la ubre gubernamental en todo tiempo, amigos de las componendas sin fin ni límites y amparados en los mismos Partidos que decían representar.
Dirigentes no sólo políticos, sino tambien gremiales, empresariales, jueces, contrabandistas, sobornadores y sobornados, lavadores de dinero, narcotraficantes, alquimistas «ricos de un día para otro», todo ello en detrimento del pueblo, hambreado o acosado en casi todas sus clases sociales, al que se dirigen en vergonzosas campañas preelectorales, engañan más de una vez y hasta llegan a calificar de estúpidos, cuando se adoptan posiciones masivas no organizadas pero que les propinan un castigo que no pueden asimilar.
Es así como se bajan las persianas de las fábricas que se prometieron mantener abiertas, se multiplican en grado sumo trabajadores desempleados y sin cobertura médica, inválidos poco menos que reprimidos y ancianos, próximos a mejorar como lo acaba de decidir el PAMI, trasladandolos al otro mundo por falta de pago en los geriátricos.
El abuso es tan conocido como generalizado que lo corto aquí.
Ese NO, no fue una negación al ejercicio de la Politica, sino a su desnaturalización y no puede ser capitalizado por agrupación o sector alguno. Al contrario, por su contundencia, alcanzó a todos, entre ellos claro está, los mismos vencedores en las urnas.
Tal vez su opinión, Dr. Luna, sea un resabio de su lógica bandería politica familiar, pues a pesar de que no suele destacarlo, el conocido profesor e historiador es descendiente de Pelagio Luna, el Vice Presidente, que junto al Dr. Hipólito Yrigoyen, integrara la fórmula triunfante, en las primeras elecciones ‘libres y secretas» a que diera lugar la Ley Saenz Peña en 1916, donde ellos inauguraron una industria, la del fraude, que luego otros perfeccionarion y calificaron de «patriótico», aunque el antecesor del prof. Luna, no terminó lamentablemente su mandato, pues falleció y fue suplantado por un miembro proveniente de la mayoría del Senado, que parece ser, no provenía del mismo Partido Radical, sino de la oposición, el Dr. Benito Villanueva.
El 1º de diciembre último, el Prof. Luna, cuando aún no se había producido la «ya tradicional» debacle del Radicalismo en el Poder, dió ampliamente su opínión, volviendo a utilizar argumentos que creo están lejos de su clásico lenguaje y tituló su Opinión «Compadrada, pero no golpe institucional», desde las págínas de «La Nación», donde no existe censura alguna y tienen cabida además de información, trabajos altamente meritorios, incluso los dispares con su prédica.
El Dr. Luna allí volvió a mostrar su potestad para convertirse en Juez de los hechos, buscando llevar agua para su seco molino, al tocar el tema de la Vice Presidencia de la Nación, acéfala por culpa y cargo del mismo Presidente Dr. Fernando de la Rúa.
En este caso la propia incompetencia del hombre que eligió libremente la ciudadanía, y asumió tal responsabilidad casi exclusivamente con sus parientes y vecinos de fin de semana, salvo honrosas excepciones, posponiendo al mismo Partido Radical, logró sólo en poco más de dos años, incrementar las anormalidades no menos insólitas de la gestión gubernamental anterior, que resultó su meta crítica preelectoral, pero a la que terminó superando en tanta anarquía, nepotismo y amiguismo, sin dejar de sembrar muertes, naturales o no, poniendo en riesgo como nunca, el presente y futuro de la Patria.
¿Por qué De la Rúa no llamó a elecciones, para cubrir la vacante del Vice Presidente «Chacho» Alvarez, que tuvo el «olfato» de ver, aunque un poco tarde, en la que se había metido... o a quien había acompañado..?
Hombres, mujeres, ancianos y niños se autoconvocaron a la Plaza de Mayo y dijeron BASTA, haciendo valer sus vulnerados derechos y cansados de ser burlados, alertando a los perjuros, a los que se enriquecieron con maniobras que pagó el pueblo, a quienes le quitaron no sólo el trabajo, el derecho de aprender, de tener una cobertura médica eficiente, a ser dueños de los pobres sueldos o jubilaciones que se han hecho acreedores, a ser escuchados en verdad por la JUSTICIA, que indudablemente esta en mora y deberá ser renovada totalmente, terminando con este juego de «postas del poder» que no es la alternancia fiel de la democracia, conforme a las decisiones independientes de su ciudadania, sino el producto de componendas no sanctas, negociados, contrabando de armas, destrucción de pueblos como el de Rio Tercero, y muertes inexplicables pero significativas.
Esta vez, como alguna otra anterior de la que quedan algunos fieles testimonios, los hechos no serán desfigurados por la Historia Oficial que nos impongan, pues tantas veces como haga falta, el pueblo saldrá a la calle, no para provocar desmanes «dirigidos y tolerados para provocar confusión», sino para hacer valer el cumplimiento de los Juramentos efectuados e incumplidos, sin esperar que NI DIOS NI LA PATRIA SE LOS DEMANDEN.
Terminaré esta Carta de Lectores, que no sabe de borrador alguno, con un pensamiento, no es en manera alguna un consejo al Prof. Universitario e Historiador Félix Luna , sino una simple sugerencia «Creo que sería más útil para Ud., aunque tal vez económicamente no le resulte rentable, que en vez de escribir en «La Nación» sus cuestionables opiniones, leyera sus editoriales, por ejemplo la del día 2 de diciembre ppdo., edición que sucedió a su opinión del día anterior y que se titula «La misión de Ramón Puerta».
Agradecido por la atención que sepa brindar el Sr. Director de «La Nación» a la presente, aprovecho esta oportunidad para desearle que este nuevo aniversario de la fundación del Diario de Bmé. Mitre, prosiga su misión democrática, valiente y pluralista, que siga SIENDO UNA TRIBUNA DE DOCTRINA.
Ramón César Suárez.»
Hasta aquí, la carta, que con su característica pasión y frontalidad de siempre, escribió nuestro fundador, y que seguramente habrá sido entregada al profesor Luna, quien, como decimos en el título de esta nota, nunca la respondió, ni acusó recibo de la misma.