La despedida



Editorial » 01/05/2023

La despedida de Alberto Fernández amenaza con ser más larga que la de los Chalchaleros, pero sin talento ni aplausos, y sí con una gran capacidad de destrucción.

La despedida de Alberto Fernández amenaza con ser más larga que la de los Chalchaleros, pero sin talento ni aplausos, y sí con una gran capacidad de destrucción.
Al bajarse de su intención de ser reelecto –con más de 70 por ciento de rechazo no podría ganar una Elección ni en una sociedad de fomento- por las presiones de sus propios «compañeros», que una vez más hicieron carne su apego a «la lealtad» y a esa máxima que reza que «para un peronista no hay nada mejor que otro peronista», Alberto comenzó a recorrer medios amigos para ocupar su tiempo ocioso ante la evidente falta de actividades productivas en su agenda.
Con un lamentable protagonismo cada vez que abre la boca, el Presidente tuvo en estos días una triste participación en un programa radial diciendo que le gustaría que en una película sobre su vida lo interpretara Robert De Niro. Todo esto entre risas, con seudoperiodistas pagados por el dinero público, en momentos en que el país arde, con la inflación, el dólar y la pobreza batiendo todos los récords.
Pero ese papelón quedó chico ante lo acontecido hace un par de semanas, cuando el compañero de fórmula de Cristina llegó al colmo de pedirle a la gente «que no viaje en avión» mientras inauguraba una millonaria obra privada en el Aeropuerto de Ezeiza. Hermoso mensaje para un país que necesita urgentemente captar inversiones extranjeras. ¿Y si para «ahorrar dólares» empieza por reducir las comitivas que lo acompañan en cada travesía al exterior?
El fracasado Gobierno kirchnerista continúa flotando a la espera de las Elecciones, viviendo en su mundo paralelo mientras el país se desmorona cada día un poco más y sin tomar medida alguna que ayude a alivianar la desesperante situación actual. Destruyéndolo todo a su paso, como un gigantesco Gotzilla que no toma magnitud de su poder devastador.
Alberto, Cristina y Massa atienden su juego -y los millones de pesos de los que disfrutan-, mientras la gente común no sabe cómo hacer para llegar a fin de mes y ni siquiera, si podrá volver a su casa cada vez que sale a la calle, liberada como nunca a la voluntad de ladrones, asesinos y narcos que cuentan con más garantías y derechos que los ciudadanos de bien.
En diciembre habrá terminado esta agonía, pero nos espera la incertidumbre. Por si fuera poco, Aníbal Fernández ya dio un adelanto de lo que puede venir: «si gana la oposición, las calles van a estar regadas de muertos y de sangre», amenazó. El Ministro sabe de lo que habla. Sólo el hecho de que sea el peronismo y no otra fuerza la que esté gobernando, evita que todo estalle por el aire. Ya lo vivimos cuando fueron ellos «la oposición». Paros salvajes, saqueos y hasta toneladas de piedras contra el Congreso… Todo valía para tumbar al gobierno de turno.
La despedida está en marcha. Ojalá esta vez sea la definitiva.


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