CRÓNICAS VARELENSES

Diario de un abuelo salvaje



Edición Impresa » 02/07/2023

Julio los prepara, pero en este caso fue junio quién se lo llevó. A mi tío Dani el Choper. Hermano de mi papá. El tío loco de los cumpleaños, el tío jodón de cada reunión familiar en la que preferías no cruzártelo.

Julio los prepara, pero en este caso fue junio quién se lo llevó. A mi tío Dani el Choper. Hermano de mi papá. El tío loco de los cumpleaños, el tío jodón de cada reunión familiar en la que preferías no cruzártelo. O te miraban mal porque el que lo había invitado eras vos. Peleador, atrevido, políticamente incorrecto, el ultimo romántico. Las pasó absolutamente todas. Se casó, se separó, se volvió a juntar, muchas veces. Tuvo muchas mujeres que lo amaron. Hijos. Nietos. Él decía que lo perdonaran, pero las seguía queriendo a todas. Ahora cruzó la línea oscura. No había reunión donde no dijera: «cuando yo me muera no quiero ver a nadie». Y todos le respondíamos que se quedara tranquilo, que no iba a ver a nadie el día que se muriera. Sin embargo, el velorio pareció un recital de JAF en Varela, sold out. Mas de los que habría querido. Iba a cobrar su tercera jubilación entusiasmado con el aguinaldo y se mataba de risa porque en su vida había tenido aportes, ya que había trabajado por su cuenta como pintor chapista haciéndose de clientes que lo elegían por el boca a boca. Decían que era uno de los mejores, pero eso sí, caro. El detalle está acá, solía decir mientras estiraba el bolsillo de su pantalón, haciendo referencia al billete mientras con la otra mano fumaba un cigarro. Y con otra volvía a agarrar una latita o un vaso de vino. Viejo loco. La última vez que nos vimos estábamos con Shirley viendo una película que se titulaba Otra ronda. Una película que explora los límites del alcohol. Con mucha plata encima, mi tío se dedicó a lo que toda persona se dedicaría si la vida fuera dos días: a despilfarrarla en farras interminables. A quemarla toda. Una vida intensa, llena de furia y de excesos que mal que tarde le pasaron factura a su cuerpo. Gente humana, que se entrega locamente, viviendo al límite sin miedo. Y se va. Dice adiós cuando no lo esperamos y ya: «Me voy. No lloren. No se termina nada. Seguimos porque no hay principio ni final, el show debe continuar». La ruta semi vacía. Las lejanas playas de la vieja Sicilia. Juro que en el velorio o toda esa semana que estuvo con respirador pensé que el hijo de puta se iba a despertar. Y ante la tentación de comenzar a hacer comparaciones frívolas y tal vez innecesarias con algunos escritores yankis adictos a la bebida como Carver, Cheever, Bukowski, prefiero evocar la vida de la poeta polaca Wislawa Szymborska, premio nobel de 1996, que en Julio cumpliría 100 años. Una señora tranquila, una hermosa abuelita que todo el mundo debería tener en la mesita de luz cuando crea que la cosa se le puede complicar antes de atravesar el umbral hacia lo desconocido. Vidas comunes, de personas comunes. Para qué más. Es increíble que se busquen referencias en Wikipedia y no haya prácticamente nada sobre ella. Hay que investigar, estudiar. La poeta aparece para decirnos algo. Por ejemplo, este verso, bien podría ajustarse o por lo menos debería ser considerado para pensar sobre varios de los señorones miembros del consejo delirante que van a intentar morder su pedazo en estas elecciones: «No importa cuánto dure la vida, el curriculum ha de ser breve.»


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