LA HISTORIA DE MI CIUDAD

70 años con “la verdad como meta y no como pretexto”



Edición Impresa » 02/08/2023

El 22 de agosto de 1953, una pequeña imprenta de Burzaco se convertiría en un lugar histórico.

El 22 de agosto de 1953, una pequeña imprenta de Burzaco se convertiría en un lugar histórico. Allí, donde hoy funciona un bar, sobre la calle Mitre 918, una vieja plana Marinoni que había pertenecido al Mariscal Tito de Yugoslavia, y que se utilizó en el Buenos Aires de ayer para la publicación de diarios anarquistas, daría vida al primer número de Mi Ciudad. En su portada, se leía la que sería su frase icónica por siempre: «La verdad como meta y no como pretexto». Toda una declaración de ideales.
El dueño de esa imprenta era don Osvaldo Taramasco, un caracterizado vecino de esa localidad de Almirante Brown, gran amigo de nuestro fundador, Ramón César Suárez, quien con sólo 23 años se lanzó a la aventura de tener su propio medio, sin soñar jamás que iba a pasar los 70 años de aparición ininterrumpida. Los bocetos de aquellas primeras páginas fueron hechos, según él lo recordaba, en hojas de papel facilitadas a tal fin por la gente de la Panadería La Avenida, de nuestra ciudad.
Ramón, o Coco como todos lo llamaban desde niño, había llegado con su familia a Florencio Varela precisamente desde Burzaco seis años antes. El motivo de la mudanza fue laboral: su padre, también llamado Ramón, que trabajaba en la Usina Eléctrica de Burzaco, había sido trasladado para prestar servicios en la Usina que, en nuestra ciudad, se levantaba en la calle Vélez Sársfield y que hasta ese momento estaba a cargo de un señor apellidado Cabezudo. Junto a Coco y su padre, llegaron su madre Ana y sus hermanos, Rafael «Cacho» y Oscar «Pochi» Suárez, quienes durante un tiempo, principalmente en épocas de la Fiesta de la Flor de los años 70, también colaboraron con el periódico.
Don Luis Calegari era Intendente y Miguel Salvá presidía el Concejo Deliberante de un Florencio Varela que estaba en plenos festejos, estrenando su título de «ciudad». El logro había sido una muestra de convivencia política y unión por una misma causa: nació como un proyecto del diputado peronista Norberto Lisazo y contó con el apoyo de la bancada radical, donde se destacó la voz de un legislador que era vecino de este pueblo y pronunció un emotivo discurso en esa jornada: Alfredo Scrocchi. En esos hechos se inspiró nuestro fundador para dar su nombre a este diario, llamándolo precisamente «Mi Ciudad», siendo el pionero del país en poseer tal denominación.
Aquella primera edición de Mi Ciudad tuvo una adhesión enorme por tratarse de un nuevo medio. Gran cantidad de comerciantes y profesionales publicaron sus anuncios dando así el apoyo económico que hizo que el diario fuera desde su mismo nacimiento, un ejemplo de independencia que se mantuvo durante siete décadas alejado de toda dependencia del poder de turno.
Para que Mi Ciudad se fuera conociendo en la población fue fundamental la colaboración de don Tomás Mónaco, del histórico Kiosco La Estación, y de todos los canillitas de la ciudad, que celebraron la llegada del nuevo medio. También, y para la distribución de aquellos primeros ejemplares entre los ya numerosos suscriptores -en cuyo reclutamiento tuvo mucho que ver Ramón Suárez padre- fue muy valiosa la acción de los carteros varelenses, encabezados por el Jefe de la repartición local, don Vicente Zarlenga.
En ocasión de cumplir Mi Ciudad sus primeros 30 años, en la Revista de las Tres Décadas, especialmente editada por tal efeméride, y todavía impresa con el sistema antiguo, de líneas de plomo y títulos formados con letras de madera, escribía nuestro Fundador recordando los orígenes:
«Cuando Mi Ciudad ganó la calle… El Varelense», de Angel Caferatta, contaba indudablemente con las preferencias de los círculos tradicionales del distrito. Pero como Mi Ciudad no venía a competir, sino a compartir responsabilidades, y estas por cierto sobraban, como siempre ocurre para los que están dispuestos a bregar por fines comunes, paulatinamente se fue haciendo espacio en la opinión pública lugareña. Ahora, a treinta años de aquel 22 de agosto de 1953, al efectuar una mirada retrospectiva, analizo serenamente pero con gran emotividad todo lo acontecido, lo que atesoran en gran parte sus innumerables páginas, contenidas en ese archivo que es la historia de este pueblo, de sus instituciones y familias, a las que procuré servir objetivamente, a veces sin poder despojarme de las pasiones de etapas «calientes» y limitado a un quehacer que iba logrando experiencia en cada edición de las casi 900 que se van alcanzando en este bregar. Contemplando esas páginas que coloreó el tiempo, desearía en algunos casos ajustar su contenido, y en otros, ratificarlo, volviendo a esos felices momentos. Pero ello en todos los casos es irreversible. Allí están las jornadas felices o tristes de tres décadas de esta patria chica que es Florencio Varela. Y pensar que entonces, derrochando esfuerzos y energías, reflejaba el acontecer comunitario, ignorando que el reloj marcaba mis horas como al resto de la población. ¡Cuántos amigos y vecinos quedaron en el camino! ¡Cuántos otros habrían de reemplazarlos adviniendo a la vida! En cada necrológica se deja una porción de sentimientos. En las notas positivas recuperábase mucho, pero no siempre se cicatrizaba la herida... Sin dejar de agradecer todas y cada una de las actuaciones y-o colaboraciones voy a limitarme a dos personas que el Supremo decidió abandonaran este mundo y que estuvieron silenciosa y casi anónimamente desde el primer instante trabajando incansablemente por la existencia y proyección de Mi Ciudad: me refiero a don Osvaldo Taramasco y a mi padre. El primero, desde su vieja imprenta en Burzaco, se brindó por entero por un largo período para que el éxito coronara a esta empresa periodística… Y en el caso de mi progenitor, no obstante haber estado dedicado a otra profesión, donde también puso en evidencia su conducta de servicio, sin imaginarlo, fue el motor difusor de Mi Ciudad, gravitando enormemente en su vigencia en el distrito. De don Osvaldo y de mi padre me honro y al citarlos en resta nota los uno como en la vida y durante interminables años lo estuvieron desde que era un niño. En la esperanza de hallar excusación a los yerros infaltables cometidos en ese lapso de 30 años, valorando y agradeciendo una vez más tanta confianza y apoyo, finalizo expresando «Lo escrito, escrito está, y el responsable tiene estos nombres y apellido».
Firmaba, claro, Ramón César Suárez.
Durante estos 70 años, Mi Ciudad tuvo una activa participación en la comunidad, desde la primera Muestra Artística de la historia de Florencio Varela, que este medio organizó, hasta innumerables campeonatos deportivos y por supuesto, los tradicionales Concursos literarios y artísticos que tuvieron más de 125.000 participantes y 2200 ganadores a lo largo de 28 años de realización.
También, en este lapso auspiciamos y realizamos varias jornadas culturales, entre ellas las Jornadas Periodísticas con el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), con las presencias de Magdalena Ruiz Guiñazú, Pepe Eliaschev, Fanny Mandelbaum, Hugo Alconada Mom, Lorena Maciel y otras figuras del periodismo.
Justamente a FOPEA nos une un vínculo de más de 20 años, como integrantes del Foro que reúne a más de 600 periodistas de todo el país y donde desempeñamos el rol de Monitores de Libertad de Expresión de la Provincia de Buenos Aires, manteniendo lo que fue una constante de Mi Ciudad en el tiempo, su defensa inclaudicable de los valores democráticos y republicanos, y su estrecha relación con la prensa nacional, en su momento formando parte de las comisiones directivas de ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas), ADIRA (Asociación de Diarios del Interior de la República Argentina) y la Cooperativa de Prensa Argentina, estas dos últimas, entidades en cuya creación participamos.
Muchos hombres y mujeres nos honraron con sus colaboraciones en estas siete décadas. Entre ellos, es imposible no destacar a Jorge Luis Borges, quien escribió tres veces en exclusividad para nuestro diario, un lujo que pocas publicaciones del mundo pudieron darse y que debemos a otra figura de las letras, su amigo personal y también colaborador de Mi Ciudad, el profesor Roy Bartholomew.
En 70 años, Mi Ciudad posee otro privilegio que nos enorgullece: jamás tuvimos que desmentir una noticia publicada. Ello habla de la rigurosidad, la honestidad, la seriedad y el profesionalismo con el que desde ese primer día encaramos nuestra tarea, buscando informar e intentando siempre sumar nuestro aporte para el progreso de esta ciudad que no paró de crecer demográficamente pero a la que las miserias, la incapacidad y la corrupción de algunos que tuvieron la responsabilidad de dirigirla, hundieron en una pobreza material y moral a la que nunca nos resignaremos, ni de la que jamás fuimos ni seremos cómplices.
Ya muy cerca de cumplir nuestros 70 años, lucimos más jóvenes y con más fuerza que nunca. Con una histórica permanencia en las ediciones de papel y una presencia que se multiplica día a día en las redes sociales, Mi Ciudad sigue firme en su senda, respetando los ideales de su fundador y sosteniendo su independencia frente a los poderes de todo tipo, llevando siempre la bandera fundacional que Ramón César Suárez nos legó: «La verdad como meta y no como pretexto».


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