Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Ya lo decía con toda claridad el General Perón: «no es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores».
Ya lo decía con toda claridad el General Perón: «no es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores».
Tal vez esa frase, pronunciada hace más de 50 años, explique mejor que cualquier analista político el resultado de las últimas Elecciones.
La habilidad de Massa para presentarse como ajeno a un Gobierno que integra desde el primer día, y del que, a partir de su desempeño como Ministro de Economía se convirtió en su figura omnipresente, convenció a poco más de un tercio del electorado de que era mejor seguir con lo malo conocido antes que volcarse hacia la incertidumbre que plantea un supuesto «antisistema» o una candidata que fue incapaz de elaborar una frase coherente en un debate. La estrategia de «despegarse» de un Gobierno que llevó al país a una inflación del 150 por ciento, con una pobreza del 40 por ciento, y al dólar –indudable termómetro del humor argentino- a más de 1000 pesos –y sigue en alza- fue utilizada hasta por la propia Cristina, que reapareció el día de las Elecciones diciendo que todo eso era «responsabilidad del presidente». Sin embargo, las cajas siguen en manos de los kirchneristas más puros. Al único que le falta decir que no tiene nada que ver con este Gobierno es, justamente, al propio Alberto Fernández, al que se vio por última vez en China, corriendo con una enorme sonrisa a buscar a Putin. Tal vez con un poco más de tiempo hasta hubiera conseguido una foto con algún líder de Hamas.
El triunfo de Massa hará que ahora muchos empiecen a verlo alto, rubio y de ojos azules. Entre ellos, algunos medios con los que siempre cultivó muy buenas relaciones, y que para sorpresa de los desprevenidos, se sumarán paulatinamente a la claque oficialista para tratar de neutralizar definitivamente al «peligro Milei», que entre otras amenazas prometió terminar con «la pauta» de la que muchos de esos medios viven desde hace años.
A mucha gente no le importa que «Chocolate» cobre 48 sueldos en la Legislatura ni que Insaurralde gaste miles de dólares de origen desconocido en Marbella. En algún punto varios quisieran ser como ellos, y como otros «vivos» que se enriquecieron con la función pública durante estas últimas décadas. A nadie parece ocurrírsele unir estos episodios con el jefe político de ese territorio, Axel Kicillof, al que se le dio la reelección. Se vota mirando el propio ombligo. Así fue siempre y así seguirá siéndolo.
La realidad es que, aunque con Massa nunca se sabe hacia dónde se dirigirá dentro de cinco minutos, su ideología se parece mucho más a la que expresa Juntos por el Cambio y el macrismo que a la que representan Cristina y los «ñoquis de La Cámpora» a los que hace nada prometía «meter presos». Es más esperable un Massa alineándose con la Embajada de Estados Unidos que con los pajaritos parlantes de Maduro. Ver a los «progres» que nos dieron cátedra durante años contra el «neoliberalismo» votándolo y militándolo provoca risa, y hasta algo de lástima.
Entre Massa o Milei estará el nuevo Presidente. Dicen que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Será entonces que esto es lo que nos merecemos los argentinos, que, en 40 años de Democracia, sólo supimos enterrarnos más y más en un gigantesco pozo al que nosotros mismos no paramos de echarle tierra. Y al que, a juzgar por lo que viene, no hay muchos motivos para imaginar diferente.