Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Raúl Pizarro es el vicepresidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana «General Don Angel Pacheco» y ya lleva realizados cinco cruces de los Andes, el último de los cuales tuvo lugar en febrero de este año.
Raúl Pizarro es el vicepresidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana «General Don Angel Pacheco» y ya lleva realizados cinco cruces de los Andes, el último de los cuales tuvo lugar en febrero de este año. Este entusiasta varelense contó a Mi Ciudad cómo empezó con estas travesías que homenajean al Padre de la Patria: «El primero lo hice en 2015 en Uspallata y después cuando se cumplieron los 200 años del Cruce de los Andes, en 2017, hicimos el más importante que es el de Los Patos, caminando, con gente de otras asociaciones y con colaboración del Ejército. De 12 personas que salimos llegamos tres. Después el de Las Leñas, que viene a ser El Planchón, el año pasado, y repetí Uspallata y este año fue el de Piquenes de Portillo. Este cruce es muy importante porque es el más corto, pero el que tiene más significación histórica».
-Contanos como fue el último Cruce…
-Salimos desde el fuerte de San Carlos en Mendoza, de donde salió el capitán Lemos, caminando hasta el Manzano Histórico. Fuimos mi señora Miriam Balbuena, el profesor Roberto Tonelli que tiene 72 años y es un apasionado de San Martín, y yo.
-¿Cuántos kilómetros caminaron?
-48 kilómetros, pero hay una parte en la que no se puede ir por la ruta. Esa parte la hicimos en un día pero no te dejan ir por la Ruta 40 montado ni caminando, entonces nos llevaron hasta un lugar donde hay una especie de sendero y pasamos por varios lugares históricos. Cuando llegamos al Manzano nos acoplamos con los montados, que venían en mula desde distintos lugares.
-¿Por qué van en mula y no a caballo?
-Porque el camino tiene muchas subidas y bajadas y muchos precipicios y el caballo no es tan seguro pero la mula sí, ya que apoya las patas de atrás en el mismo lugar donde apoyó las de adelante. El caballo en medio torpe para eso. En Piquenes de Portillo, cuando nos acoplamos seguimos todos montados hasta el Hito, en el límite entre Argentina y Chile. Terminamos el cruce en San Gabriel, del lado chileno. El acto final lo tuvimos a casi 80 kilómetros de ahí, donde se dio la batalla de Chacabuco y después regresamos. Pero el cruce fue de San Carlos hasta San Gabriel que fue el cruce histórico del capitán Lemos.
-Imaginamos lo difícil que debe ser, ya que la geografía del trayecto está en constante movimiento…
-Sí. La altura máxima por la que pasamos fue de 4444 metros. A veces te toca mucha lluvia, hay ríos muy caudalosos, y por ahí te agarra el Tunuyán que no lo podés cruzar y hay que esperar en el refugio y seguir al otro día. O el Río del Yeso en Chile que es la bajada allá de la cordillera para llegar a las Termas del Plomo donde también hay que llenar temprano porque si lo pasás después del mediodía no lo podés cruzar. Para hacer estos viajes hay que hacer toda una logística, un estudio…
-También implica un gran esfuerzo físico…
-Hay que estar físicamente aptos, poder caminar sin problemas, tenés que tener un estudio del corazón… De todos modos también nos acomodamos a las circunstancias de cada uno. Un muchacho de 130 kilos al que no lo dejaron estar en otros cruces hizo uno con nosotros y llegó hasta el límite, no hizo todo el trayecto, y no montó, pero pudo participar. También nos acompaña un rescatista y algunas veces llevamos un médico.
-¿Cuánto tardaron en el último cruce?
-Seis días, pero eso es relativo. Un día puede nevar en pleno verano, y te tenés que quedar en el refugio. También hay gente que prefiere dormir afuera porque quiere ver las estrellas. Yo en los primeros cruces no dormía en los refugios ni en carpa, pasaba la noche en mi bolsa de dormir. A lo sumo me tiraba todas las cosas arriba y un plástico encima y muchas veces el plástico ese estaba congelado a la mañana y parecía una puerta, pero esa experiencia no te la saca nadie, o sea, es única en la vida. En el último cruce el primer día, a los cinco kilómetros nos agarró una tormenta, no nos dio tiempo a nada, les dije «aguanten, no se pongan la capa ni nada» porque la llevan en la alforja y en diez minutos la tormenta se fue… Además, no tarda mucho en secarse la ropa. Se armó una tormenta linda, y eso es lo que hace también al cruce, disfrutar de una tormenta que yo digo que es una bendición de la Virgen… Aunque acá llevamos a gente de todas las religiones. La asociación no es católica en sí, pero sabemos que San Martín sí lo era, y cruzó los Andes con una imagen de la Virgen de Cuyo.
Además de los cruces de la Cordillera, la Asociación, que cuenta con más de 60 integrantes, lleva a cabo otras actividades. Pizarro lo comenta: «El cruce atrae mucho y la gente queda enganchada. Pero hacemos otras cosas, como el Encuentro Sanmartiniano, que es una recorrida por lugares históricos de Buenos Aires, el Cabildo, el mausoleo de Belgrano, la Catedral… el Regimiento de Granaderos» y agrega: «convocamos a la gente que esté preparada a sumarse a dar clases en los colegios. A mí me ponen siempre en la parte de la logística de los cruces porque es lo que me gusta, lo que lo que sé, lo que lo que entiendo. El profesor Tonelli y el presidente de la Asociación, Marcelo Cumpe, están preparados para dar clases, inclusive en las universidades».
Entre los objetivos para este año, la Asociación prepara para octubre un gran Encuentro Sanmartiniano en la localidad de Malague.
«Nosotros tratamos de difundir los valores históricos de San Martín. Y apuntamos mucho a los maestros y profesores porque ellos pueden transmitir las máximas sanmartinianas en los colegios, y en base en base a eso, nosotros colaboramos para ver si podemos cambiar un poquito los valores que hoy en día están medio dispersados. Pienso que San Martín es una de las pocas cosas que nos unen a todos», cierra Pizarro.