Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Pasó otro 24 de marzo y nuevamente se reavivó la polémica que ya lleva más de 48 años, en la que dos posturas extremas se aferran a sus creencias sin entender que no puede haber verdad completa si no se reconoce la totalidad de los hechos acontecidos...
Pasó otro 24 de marzo y nuevamente se reavivó la polémica que ya lleva más de 48 años, en la que dos posturas extremas se aferran a sus creencias sin entender que no puede haber verdad completa si no se reconoce la totalidad de los hechos acontecidos, sus antecedentes y sus consecuencias.
Ni los montoneros fueron héroes que lucharon por la Democracia, ni los militares cometieron «excesos». La guerrilla quería instalar «la Patria Socialista», un Estado despótico similar a la Cuba de los Castro, para lo cual cometió todo tipo de crímenes, desde mucho antes de la llegada al poder de la Junta Militar. Y la Dictadura desapareció, secuestró, torturó y mató, instalando un terrorismo de Estado en lugar de combatir a los guerrilleros dentro de la ley.
En estos años, las banderas de los Derechos Humanos fueron bastardeadas y utilizadas para hacer política. Y para hacer dinero, en forma de millonarias indemnizaciones, algunas de ellas no para «víctimas» sino para victimarios. Se romantizó a asesinos que mataron en democracia también a niños y a inocentes. Se instaló un relato que contó la historia cambiada y del que muchos sacaron provecho.
No hay «dos demonios». El poder de un Estado nunca puede ser proporcional al de una guerrilla. Pero de uno y otro lado hay responsables que todavía no fueron condenados.
Y este 24, las marchas por «memoria» y «justicia» volvieron a mancharse con consignas violentas y golpistas. Desde la quema de un muñeco representando a Milei, hasta las declaraciones de Estela de Carlotto diciendo sin eufemismos que había que «hacer algo para que el presidente cambie o se vaya rápido». Y por supuesto, las acusaciones hacia un gobierno democrático, votado por el 56 por ciento de la gente, de ser «la dictadura». El mismo cantito que se escuchaba contra Macri, sugestivamente entonado por grupos que admiran a los totalitarismos de izquierda que someten a otros pueblos del mundo y que se manifiestan portando banderas de otras naciones y no enseñas argentinas. Naciones en las que nadie vota o los votos se amañan, en las que se proscribe, se encarcela o se mata a los opositores.
Para el kirchnerismo, todo lo que no sean ellos gobernando es «la dictadura». Se olvidan que el peronismo fue creado por un militar que irrumpió en la escena política a través de un golpe, que admiraba a Mussolini y se llevaba de maravillas con Franco. Que después de la Segunda Guerra, el país fue un generoso anfitrión para muchos jerarcas nazis. Que fue dentro del peronismo donde nació y actuó la siniestra Triple A, que secuestraba y mataba antes de la Dictadura. Que fue el propio Perón el que echó de la Plaza a los hoy transformados en «jóvenes idealistas» calificándolos de «estúpidos imberbes». Que fue el peronismo el que elaboró y firmó el decreto que le ordenó a las Fuerzas Armadas «aniquilar a la subversión». Que fue el peronismo el que no quiso integrar la CONADEP, la Comisión que investigó la desaparición de personas durante el régimen militar, el que apoyaba la autoamnistía que buscaban los militares en 1983 y el que los indultó en 1989.
Para que nunca más la Argentina sufra la violencia política de los 70, hay que tener memoria. Pero para hablar de memoria, hay que tener autoridad moral.