Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Con su reciente comentario sobre «el gas pimienta y la justicia social», el Papa Francisco se metió de lleno en la política argentina, sobre la cual no dejó de mostrar sus preferencias nunca.
Con su reciente comentario sobre «el gas pimienta y la justicia social», el Papa Francisco se metió de lleno en la política argentina, sobre la cual no dejó de mostrar sus preferencias nunca. Ni cuando jugueteaba con un mate que la condenada Cristina Kirchner le «enseñaba» insólitamente a usar, ni cuando puso la cara que puso durante la visita de Macri al Vaticano.
Bergoglio no sólo es un gran amigo de los piqueteros que obligan a la gente más vulnerable a ir a las marchas bajo amenaza de quitarles sus planes sociales, también fue un silencioso espectador durante un gobierno que encarnó el saqueo más grande de nuestra historia, que encerró a la gente de bien y liberó a los delincuentes, mientras sus jerarcas estaban de fiesta y, ahora sabemos, merced al ex ministro Guzmán, alargó la salvaje cuarentena por «conveniencia política». Francisco es el mismo que en su momento le envió un rosario a la convicta Milagro Sala, símbolo de la violencia, la ilegalidad y la tortura, y otro al también condenado por corrupción Amado Boudou. ¿Nunca habrá un rosario para la gente que trabaja, para los honestos?
Bergoglio tampoco se privó de recibir con su mejor sonrisa a la patota sindical atornillada en sus cargos desde hace décadas, basando su poder en aprietes, bloqueos y otros métodos bastante lejanos de los que predica el Evangelio. Bergoglio es el que se calló cuando escondían el índice de pobreza, porque era «estigmatizar» a la gente. El que defiende a los jubilados desde el púlpito pero no se indigna cuando gobernadores «de su palo» apelan las sentencias que esos mismos jubilados esperan por años para poder cobrar lo que el Estado les robó antes de morirse. El que no se expresa contra la violencia antidemocrática que se ve en muchas de las manifestaciones que consiente y nunca repudió las 14 toneladas de piedras lanzadas contra el Congreso. El que se cuida de definir a las dictaduras como dictaduras, si son de izquierda y también recibió a los abrazos a Maduro. El que no dijo ni una palabra cuando un «dirigente social» confesó abiertamente que llevan a los chicos a las marchas para usarlos como escudos.
Si al Papa lo preocupan los jubilados, a los que el Estado argentino viene estafando desde hace décadas y bajo gobiernos de todos los signos, podría empezar por preguntar algunas cosas. Por ejemplo:
¿Cuántos de los «defensores de los jubilados» renunciaron a sus jubilaciones de privilegio? ¿Cristina, que en su momento también vetó el 82 por ciento móvil, y ahora se lleva más de 15 millones por mes? ¿Alberto, que cobra 13,4 millones? ¿El «Adolfo», que fue Presidente por una semana, y embolsa 13 millones mensuales?
Basta de hipocresía. Jesús sólo nombró a un representante en la Tierra. Y fue Pedro.