Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
El «Club del Helicóptero», que buscó, una vez más, dinamitar las reformas y el rumbo económico que la gente apoyó en 2023, se encontró con el peor obstáculo para concretar su golpe blando: la voluntad popular.
La rotunda victoria del Gobierno en las Elecciones pulverizó el plan destituyente puesto en marcha por el kirchnerismo, que durante los últimos meses no sólo obstaculizó toda acción del oficialismo en el Congreso sino que intentó instalar la sensación de que el presidente Milei no podía salir a la calle o hacer un acto político sin ser hostigado, repitiendo el modus operandi utilizado contra Macri, organizando escraches y repudios, tirando piedras o hasta queriendo viralizar «cancioncitas» que ayer dedicaban a la madre de un mandatario y ahora, a una hermana. El «Club del Helicóptero», que buscó, una vez más, dinamitar las reformas y el rumbo económico que la gente apoyó en 2023, se encontró con el peor obstáculo para concretar su golpe blando: la voluntad popular. Los que se autoperciben como «el Pueblo», recibieron el escarmiento de las urnas.
La gran mayoría de los argentinos se hartó del kirchnerismo, esa secta fanática que, como un parásito, infectó al peronismo hace años. Y de la ladrona que pronto tendrá que devolver más de 500 millones de dólares al Estado y enfrentar nuevos juicios por ilícitos similares. De los amigos del dictador asesino Maduro, de los curros con los Derechos Humanos, de los piquetes, de los vacunados VIP, de la inflación y la inseguridad, de que los victimarios tengan más derechos que las víctimas, de la romantización de la delincuencia, de los que revoleaban bolsos en un convento, del adoctrinamiento en las escuelas y de los que hablaban con la «e» mientras golpeaban a sus parejas o violaban a una secretaria o a su propia sobrina.
Con el estreno de la Boleta Única, a la que el peronismo siempre se resistió -como se resiste a votar la ley de «ficha limpia» para que los candidatos a algún cargo público no puedan tener causas pendientes con la Justicia- se evitaron las trampas de siempre y los 14 puntos conseguidos por el peronismo en septiembre en la provincia de Buenos Aires se evaporaron en octubre, dándose vuelta el resultado de forma sorpresiva y categórica.
Una nueva etapa se abre y con ella, se renueva la esperanza. Pero se equivocaría Milei si interpreta esta victoria como un apoyo incondicional y eterno. El esfuerzo que millones de argentinos están haciendo para encaminarnos a un futuro mejor no puede verse ensombrecido por los humos de la soberbia ni la pretendida infabilidad. Para gobernar hay que acordar, para conseguir cambiar, hay que negociar. El camino del insulto y la descalificación no llevaría más que a otro fracaso. No queremos un Presidente que acuse a todos los que no piensan igual que él de «ensobrados». No queremos más gritos, ni bailes. No queremos más impresentables en las listas. El caso Espert tiene que servir como lección suficiente para entenderlo. Y si es culpable, marche preso, porque «el que las hace, las paga».
Los votos que unos tienen hoy se pueden perder mañana. Que lo diga sino el gobernador Kicillof, que ya se estaba probando la banda presidencial soñando con un lejanísimo 2027.
El Gobierno tendrá que sentarse a dialogar. Tiene con quienes. Son varios los sectores que están dispuestos a acompañar los cambios que el país necesita desde hace décadas. Solo no se puede. Los superhéroes sólo están en las historietas.
Una oportunidad enorme parece abrirse para nuestro país. Antes, situaciones similares fueron desaprovechadas. Ojalá quienes gobiernan esta vez estén a la altura de tamaña responsabilidad.
De un lado quedará la gente que quiere vivir mejor, pudiendo proyectar un futuro, la que anhela poder caminar tranquila por la calle y que nuestros hijos no se vayan del país, y del otro seguirán los dueños de la máquina de impedir, los tira piedras, los que viven del Estado desde siempre, que no dejarán de pelear por mantener los privilegios que se robaron hace tanto tiempo. Y son capaces de todo para lograrlo, como ya lo demostraron sobradas veces. La última batalla está en marcha.