Por Federico Ahrtz.
En Florencio Varela, la llamada «Feria del Libro» impulsada por la gestión municipal de Andrés Watson se presenta como un evento cultural, pero en su forma y fondo revela una desconexión profunda con la realidad educativa del territorio.
En Florencio Varela, la llamada «Feria del Libro» impulsada por la gestión municipal de Andrés Watson se presenta como un evento cultural, pero en su forma y fondo revela una desconexión profunda con la realidad educativa del territorio. El intendente, formado en instituciones privadas, parece desconocer o desestimar el papel central que la escuela pública cumple en la formación de lectores críticos, ciudadanos comprometidos y comunidades con memoria.
La feria se realiza en un salón deportivo privado, con acceso limitado a tres días y una disposición de stands que privilegia la presencia de editoriales comerciales. No hay articulación con proyectos escolares, ni participación activa de docentes, estudiantes o bibliotecas escolares. La escuela pública, que día a día sostiene procesos de alfabetización, inclusión y producción cultural, queda relegada a espectadora, cuando debería ser protagonista.
¿Por qué se concibe la cultura como espectáculo y no como derecho? ¿Por qué se prioriza el consumo editorial por sobre la construcción colectiva del conocimiento? ¿Por qué se desconoce o se decide ignorar que en las aulas de Florencio Varela se escriben cuentos, se editan revistas, se recupera la historia local, se lee en voz alta, se debate y se sueña? La feria, en cambio, se monta como un evento cerrado, sin diálogo con las prácticas pedagógicas ni con las urgencias territoriales.
En los últimos 40 años, Florencio Varela no ha inaugurado una biblioteca pública municipal. Este dato, que podría parecer menor, es en realidad una señal estructural, no hay política sostenida de acceso libre al libro, al archivo, a la lectura comunitaria. No hay espacio público para la memoria escrita ni para el encuentro lector. Y eso habla de la base de cualquier discurso político, los hechos.
La Ley Nacional N.º 23.351 de Bibliotecas Populares, sancionada en 1986, establece los principios fundamentales sobre el derecho a la lectura y el rol comunitario de las bibliotecas y cita entre sus artículos que las Bibliotecas Populares se constituirán en instituciones activas con amplitud y pluralismo ideológico, será esto la causa por la que no se crearon en el distrito.
Las bibliotecas tendrán como misión canalizar los esfuerzos de la comunidad tendientes a garantizar el ejercicio del derecho a la información, fomentar la lectura, promover la creación y difusión de la cultura y la educación permanente del pueblo.
La ley no solo reconoce a las bibliotecas como espacios públicos de acceso libre, sino que las define como pilares de la educación permanente, la pluralidad cultural y la participación comunitaria. Su ausencia en Florencio Varela, donde no existe una biblioteca municipal en funcionamiento desde hace más de cuatro décadas, si no más, representa una omisión grave en términos de política pública.
La lectura no es un lujo ni un evento de tres días. Es una práctica cotidiana, una herramienta de libertad y nacida en la escuela pública. El libro, en Florencio Varela, merece ser público, abierto, diverso y situado. No podemos seguir celebrando la cultura en espacios que excluyen a quienes la construyen día a día.
Los libros y la lectura son una obligación y un derecho de la comunidad y no del gobierno de turno. Este es también el Florencio Varela que no miramos.