Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Dicen que cada cosa llega en el momento preciso. La imagen de los jugadores de Estudiantes de La Plata dándole la espalda a sus pares de Rosario Central, que recibieron una copa por un campeonato inexistente, recorrió el mundo y fue una clara muestra de rebelión ante la forma arbitraria y déspota en la que desde hace tiempo se maneja la Asociación del Fútbol Argentino.
Dicen que cada cosa llega en el momento preciso. La imagen de los jugadores de Estudiantes de La Plata dándole la espalda a sus pares de Rosario Central, que recibieron una copa por un campeonato inexistente, recorrió el mundo y fue una clara muestra de rebelión ante la forma arbitraria y déspota en la que desde hace tiempo se maneja la Asociación del Fútbol Argentino. El hecho no fue alcanzado por la siempre presente «grieta», sino que contó con el apoyo y simpatía de la inmensa mayoría de los hinchas. Y de los argentinos. Del otro lado quedaron algunos simpatizantes del club injustamente premiado, muchos dirigentes y otros tantos medios y periodistas, que eligieron mantener su conveniente obsecuencia o simplemente, callarse y seguir cobrando los dividendos acostumbrados.
Pero ¿la multitudinaria adhesión al «espaldazo» fue sólo un episodio limitado al deporte o una nueva demostración de hartazgo de parte de la sociedad ante la corrupción generalizada en la que estuvimos inmersos durante tantos años?
En momentos en que la Justicia comenzó la etapa de decomiso de los bienes de Cristina Kirchner, sus hijos Máximo y Florencia y Lázaro Báez para recuperar los más de 684.000 millones de pesos que se robaron en la causa Vialidad –iniciada en 2016- y empezó también el juicio por corrupción más grande de la historia argentina, la «Causa de los Cuadernos», que no sólo puso en el banquillo de los acusados a la «abogada exitosa» de la tobillera sino a decenas de empresarios y otros funcionarios, la sensibilidad social hacia las trampas y las inmoralidades se encuentra en su nivel más alto de intolerancia. Y gran parte de esto se demostró en las últimas Elecciones, cuando a pesar del infierno que la oposición le hizo vivir al Gobierno y al país todo en las semanas previas, y con tal de no caer otra vez en las manos de la banda delictiva que nos saqueó durante décadas, el Pueblo decidió extender su confianza al presidente y sus planes de reforma por duro que se muestre el camino emprendido.
El mensaje fue y sigue siendo clarísimo: Ya no queremos más ladrones gobernándonos. Por eso, ahora también resulta fundamental el avance de la causa por las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, que dejó ya a varios funcionarios afuera del Estado. Esta investigación muestra una velocidad llamativa y aplaudible, quizás otra saludable señal de «cambio de época». Que los culpables si los hay terminen en la cárcel sería lo esperable, y no dentro de diez años.
El tiempo de los vivos y las trampas se está terminando. La gente de bien se cansó de la impunidad y ostentación de los que se hicieron ricos empobreciendo al país y todavía quieren dar cátedra desde sus privilegiados calabozos de oro.
En la actitud del plantel de Estudiantes de La Plata tenemos que ver reflejado no sólo un instante de justa indignación deportiva, sino un gesto de liberación de la podredumbre y la oscuridad en la que nos hundieron y en la que nos querían acostumbrar a seguir viviendo.
Cuando la rebelión nace, nada puede detenerla.