Norma González, Su fallecimiento



Edición Impresa » 01/12/2025

Norma Alejandra González fue una reconocida profesora de Educación Física de un gran humanismo, empuje y compromiso, pero por sobre todas las cosas fue una hija y hermana amorosa, una madre inclaudicable, una gran esposa y amiga incondicional.

Norma Alejandra González fue una reconocida profesora de Educación Física de un gran humanismo, empuje y compromiso, pero por sobre todas las cosas fue una hija y hermana amorosa, una madre inclaudicable, una gran esposa y amiga incondicional.
Había nacido el 5 de marzo de 1964. Sus padres fueron Celeste y Sergio González y creció junto a sus hermanos Alberto, César, Ana Lía, Gabriel y José Luis.
A temprana edad se radicó junto a su familia en Villa Vatteone. Cursó sus estudios primarios en la Escuela N°10; los secundarios en el Instituto Santa Lucía y completó su formación en la Universidad Nacional de La Plata de la que egresó como profesora de Educación Física.
Norma tuvo una infancia feliz, caracterizada por tardes de juegos en las que andar en bicicleta con amigas, treparse a los árboles o armar una casita en el jardín ya revelaban su personalidad alegre, inquieta y ocurrente.
Siendo muy joven unió su vida a la de Sebastián Benítez, su amor de la adolescencia, y se convirtió en madre de Sebastián Rodolfo, Victoria Lud y Aylén Norma. Pero el destino le asestó el duro golpe de quedar viuda y tener que asumir esa pérdida, el desafío de ser el sostén de sus hijos y luchar para educarlos sin que nada les faltara. Para ella fue fundamental el apoyo de su familia y amigas que nunca se apartaron de su lado.
En cuanto a su trayecto profesional trabajó, entre otros establecimientos, en las Escuelas 21 , de Enseñanza Media 5, en el colegio Sagrado Corazón; en el Jesús de Nazaret, en la Escuela 8 de El Tropezón, la 25 del barrio Mayol y la Técnica N° 2.
Fue una de las pioneras del handball femenino en el colegio Sagrado Corazón y, a tal punto transmitió su entusiasmo por el deporte, que marcó el futuro profesional de varias alumnas.
También son recordados los torneos de atletismo que organizó en establecimientos como Jesús de Nazaret y la Media 8.
Su compromiso con los alumnos excedía lo curricular. Norma soñaba con que todos tuvieran la oportunidad de viajar como broche del ciclo secundario y se puso al frente de campamentos para llevarlos a lugares como San Miguel del Monte, General Belgrano y Mar del Plata.
Si bien a lo largo de su vida, Norma tuvo que enfrentar problemas que podrían haberla quebrado anímicamente, ella los transformó en aprendizaje y, con el optimismo que la distinguió, no solo siguió adelante con sus proyectos, sino que también apuntaló los de sus seres amados.
En su adultez volvió a enamorarse y junto a Amilcar Gorosito se embarcó en el sueño de formar una familia ensamblada. De a poco levantaron lo que bautizaron como “la casita”, su lugar en el mundo y cálido punto de encuentro de amigos y allegados.
Los afectos fueron su sostén y en particular se desbordó de amor por sus nietos Agostina Pía Benitez Cazal, León Benítez Casal, Giovanna Lina Benítez Casal, Patricio Sebastián Molina y Tahiel Orozco.
En su última batalla fue una guerrera excepcional. Se aferró a la vida con templanza, fe y gratitud. Por eso, su partida provocó una gran tristeza entre quienes la conocieron, pero también un ejemplo de resiliencia y bondad como solo transmiten los que dejan un profundo legado.


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