EDITORIAL

Espejos



Editorial » 01/07/2013

La Corte Suprema resolvió el tema de la reforma del Consejo de la Magistratura del único modo posible: diciendo que era inconstitucional.

La pretendida «democratización de la Justicia», descarado intento del Gobierno de arrasar con el único límite que le quedaba por delante, quedará solo en una anécdota.

 

De este modo, el kirchnerismo acumuló su tercera gran derrota política. Perdió la batalla contra el campo, con la 125, la batalla contra los medios, con el estrepitoso fracaso del 7D, y ahora, la batalla contra la Justicia.

 

Los caprichos de la Presidenta chocaron contra una realidad insoslayable: vivimos en una República, y no en una monarquía. Si tenemos que soportar un poder legislativo alineado al Ejecutivo, por lo menos nos queda la garantía de una Corte independiente.

 

Es curioso, o no tanto tratándose de esta gente, pero la Corte, cuya reforma fue, durante tantos años, mostrada por el propio kirchnerismo como uno de los más grandes logros de su gestión, pasó a transformarse en una «corporación golpista», por el simple hecho de haberse opuesto –en estricto cumplimiento de la Ley- al último intento hegemónico del Gobierno.

 

El desquiciado discurso de la Presidenta, el pasado 20 de junio, en Rosario, avanzó aún más, responsabilizando a los jueces de la inseguridad que azota al país y de la que tampoco parece querer hacerse cargo. Pero olvidó Cristina Kirchner decir que su «compañero» en la Corte, el único que votó a favor de las pretensiones del oficialismo, el Juez Zaffaroni, propietario de departamentos donde funcionan prostíbulos, es justamente uno de los principales defensores del «garantismo», la doctrina que auspicia el acortamiento de penas a los delincuentes y sostiene la ineficacia de la cárcel para acabar con el delito. La mentira siempre tiene patas cortas.

 

El gran problema del kirchnerismo es su futuro nebuloso. Sin posibilidades de re-reelección, y sin haber podido asegurarse una «Justicia a su medida», el «Modelo» quedará tan desnudo como indefenso ante las denuncias de corrupción que siguen multiplicándose y que podrían –y ciertamente, deberían- llevar a algunos figurones de hoy a la cárcel.

 

Son demasiados los espejos que muestran a todopoderosos dueños de la Argentina de ayer, terminando sus vidas en medio del desprecio generalizado de la ciudadanía. Algunos de ellos tras las rejas, y otros sin poder aparecer en público.

Aunque es sabido que el kirchnerismo no es muy afecto a los espejos. Porque como a la bruja de Blancanieves, a los K tampoco les gusta que les digan la verdad.


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