Agua: la década perdida



Edición Impresa » 01/10/2013

En la década de los ’90 se puso en marcha en numerosos países de América Latina un proceso de privatizaciones, que incluyó el servicio de provisión de agua potable a las personas. Argentina no quedó afuera de ese episodio histórico.

 

En ese marco, el agua, un elemento esencial para la vida, pasó a ser considerado como una mercancía, contra los postulados que organizaciones internacionales, muchas de ellas con sede en países europeos, sostenían.

 

En el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), en Argentina se revirtió ese proceso. La concesión a la firma Aguas Argentinas quedó anulada, y nació la estatal AySA (Agua y Saneamientos Argentinos) que suministra agua potable a 17 partidos del Conurbano.

 

Florencio Varela no es uno de ellos, dado que se encuentra bajo la órbita de la también estatal ABSA (Aguas Bonaerenses Sociedad Anónima).

 

En nuestra ciudad, el intendente Julio Pereyra había prometido antes de ser reelecto en 2007, que para 2011 (año en que finalizaba el período para el que entonces se postulaba) el 90 por ciento del Distrito contaría con el servicio de agua potable de red.

 

Prometió obras a través del programa nacional Enhosa, mediante el cual cooperativas de trabajadores realizarían los tendidos domiciliarios. Y ponderó en cuanta ocasión tuvo los beneficios que reportaba un servicio sanitario que garantizara agua sana en cada casa y a cada familia.

 

Por entonces, la militancia K del Jefe Comunal no era la que fue hasta hace un tiempo (ahora, aseguran en su entorno que ya está reacomodándose a la luz de los resultados electorales); pero si su vocación de poder. Entonces, había decidido echar mano a un programa como el de la estatal AySa, que estaba en pleno apogeo.

 

Sin embargo, mientras distritos vecinos recibieron importantes inversiones en obras de extensión de las redes de agua potable y cloacas, Florencio Varela quedó, una vez más, relegado.

 

Según cuentan en el entorno del intendente varelense, la cuestión no fue que la plata no llegara, sino que no recibía el destino para el que era girada.

 

Lo cierto es que hoy, más de seis años después, las promesas siguen incumplidas, y por mucho.

 

 

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