Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Desprecio. Es lo que demostraron la Presidente Cristina Kirchner y sus funcionarios respecto a los miles de ciudadanos que se movilizaron en la marcha del 18 F.
Es el mismo desprecio e intolerancia que el kirchnerismo todo viene manifestando ante cada voz disidente, frente a cada persona que piensa distinto.
Los que no se alistan ciegamente en esta especie de excluyente e iluminada “Secta K” son golpistas, desestabilizadores, y forman parte de algún perverso complot opositor- mediático- y ahora también, judicial.
Hasta de pronto la “Política” parece haberse transformado en una mala palabra. “Es una marcha política”, se dijo. Y la propia Presidente habló de un inexistente “Partido Judicial”. Si política y justicia no deben mezclarse, ¿Qué fue el intento kirchnerista de manejar el Poder Judicial, con el impostado nombre de “democratización de la Justicia”, aprobado de prepo en el Congreso con la tiranía del número, y declarado inconstitucional por la Suprema Corte? ¿Qué cosa es “Justicia Legítima”, agrupación obsenamente alineada con el Gobierno?
Decir “a ellos les dejamos el silencio” y autodefinirse como el sector “de la alegría” cuando el país y el mundo están conmocionados por la extraña muerte de un Fiscal que investigaba a la Presidente de la Nación por supuesto encubrimiento de los autores del mayor atentado terrorista de la historia argentina da vergüenza ajena. No haberles dado el pésame a las hijas de Nisman demuestra no ya una postura política, sino una catadura moral.
Miles de argentinos lloraron por esa muerte mientras la Presidente, ya sin rastros del esguince más cinematográfico del que se tenga memoria, bailaba con su tropa como aquellos antiguos reyes buscaban complacencia en sus bufones.
Como siempre, el Relato intentó tapar la realidad, sin ver lo que había debajo de esos miles de paraguas, sostenidos por personas a las que no se llevó como ganado a cambio de prebendas, sino por simples ciudadanos asqueados de la corrupción, de la impunidad, de la ostentación, de las amenazas, del enriquecimiento injustificado de una casta privilegiada de falsos progresistas y de esta forma de gobernar, que excluye al disidente y hasta lo estigmatiza.
El 18 F se le dijo al kirchnerismo que hay un límite. Ese límite es la muerte y el miedo. Muerte y miedo que dominaron la escena política de este país en la Década del 70, y a los que no queremos volver.