Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
Empleados denuncian maltratos y se habla de varias irregularidades. Sepulturas dobles, fosas comunes, reventa de coronas y de monumentos son moneda corriente en la necrópolis local.
El abandono del lugal y los increíbles «negocios» de los que lucran con la muerte.
Uno de los escenarios recurrentes de muchas películas de terror son los cementerios.
Allí, zombies que vuelven de la muerte se alternan con fantasmagóricas apariciones con el macabro propósito de acechar al protagonista de turno, para su pesar, pero para deleite de los aficionados a este género cinematográfico.
En el Cementerio Municipal de Florencio Varela, en cambio, el terror se manifiesta de otras formas.
Ya no se trata solamente del abandono generalizado del lugar, donde los altos pastizales son parte de su geografía, ni de los ya sonados escándalos por la remoción de tumbas sin el debido aviso a los deudos, que originaron no pocos reclamos judiciales que deberemos pagar todos los varelenses, sino de varias situaciones irregulares que, según fuentes de alta credibilidad, se suceden a diario.
Una de las más graves denuncias habla de la existencia de «dobles sepulturas» en un sector de la necrópolis, más específicamente, en las parcelas donde se están haciendo los últimos entierros. Según las mismas fuentes, son varios los casos en que se inhuma un cadáver colocándolo encima de otros restos, que, por estar aún en estado de descomposición, no pueden ser removidos. Así lo definió alguien que trabajó en el Cementerio a este medio, y que prefirió reservar su identidad: «son cuerpos que todavía no se transformaron en huesos, sino que tienen carne y piel. Nosotros decimos que son cadáveres que están crudos. Por eso no los pueden sacar. Y les meten otros cadáveres encima.».
El testimonio toma aún mayor magnitud: «hace un tiempo, levantaron una sepultura equivocada. Entonces, les dijeron a los familiares que habían roto una parte del monumento, pero sin tocar la sepultura. Era mentira. Habían llevado el cadáver al osario. Y para disimular, cambiaron los restos…».
Otro trabajador nos relató un hecho que suena aún más indignante: ante la falta de espacio para nuevas inhumaciones, se ordenó a algunos obreros reducir restos de distintas sepulturas, meterlos todos en una bolsa, y subirlos a una camioneta desde la que, a su vez, se los tiró en una tosquera de la ciudad. El motivo: por ser también los llamados «crudos», emanaban fuertes olores.
Negocios florales y mucho más
Y como siempre, también se habla de extraños negocios. Como el que haría una florería del Cruce Varela, que se llevaría los aros de las coronas para «reciclarlas» y volver a venderlas, sin aclararse cuanto se paga por estos materiales y quién se queda con ese dinero. El procedimiento es sencillo: se le pide a algún empleado que deshoje las coronas y las apile, y después, un vehículo del comercio en cuestión llega para llevárselas, previo pago por el «servicio».
Pero hay más: sabido es que están prohibidas las tumbas con «techos», pese a lo cual, hay varias en las que se agregó esa ornamentación. ¿Hay hijos y entenados? ¿Por qué hay gente a la que se le impide levantar esas estructuras, mientras que a otros se les permite hacerlo? La respuesta es sencilla: existirían algunos cientos de razones que allanarían la voluntad de algún funcionario para dar el visto bueno en ciertos casos.
Otra mala y repetida costumbre, verificada por eventuales concurrentes al Cementerio, es la quema a cielo abierto, de basura, restos de cajones y de cruces. El tema fue motivo de muchas denuncias pero sigue repitiéndose.
Y hablando de denuncias, se dice que en agosto de 2014 se inhumaron tres cuerpos en una misma sepultura.
Se trata de dos cadáveres NN y otro identificado, llegados como parte de un procedimiento judicial. Según la misma fuente, estarían en la sepultura Nº 8, del Sector I, Manzana 19 del predio.
Una carta sin respuesta
Desde 2012, el Director de la dependencia comunal es Roberto «Rody» Giménez, conocido por ser ex cuñado del Intendente Julio Pereyra. Y a partir del año último, asumió como subdirector Enrique Artaza. La gestión de ambos fue cuestionada en una carta dirigida por varios empleados del sector a la oficina de Recursos Humanos del Municipio.
Los trabajadores dicen que el Director no los deja descansar y que les encarga labores que no les corresponde realizar: los encargados de cortar el pasto no deberían hacer de sepultureros, pero lo hacen, según confirmaron varios empleados a Mi Ciudad.
La nota, recibida el 16 de enero de este año, a la que Mi Ciudad tuvo acceso, solicita «una pronta solución al maltrato laboral al que se ven sometidos diariamente» y especifica: «los agentes dependientes de la Dirección del Cementerio no podemos desempeñar nuestras labores habituales por encontrarnos bajo el constante acoso de manera injustificada del señor Enrique Artaza», y acusa al funcionario de «no tener conocimiento de las tareas que deben realizarse» y de «exponer al personal a tareas que no son acordes a las que venían realizando».
Los firmantes del pedido recibieron presiones de sus superiores para que no pusieran su rúbrica. «Si firmás esto, firmás también tu renuncia», se les dijo a algunos de ellos.
Pero la amenaza por ahora no se concretó, aunque tampoco nadie convocó a los requirentes para darles una respuesta.
Para colmo, quienes anualmente pagan una tasa por el mantenimiento de la sepultura de algún familiar en el predio recibieron una muy mala noticia en estos días: contradiciendo los índices inflacionarios del INDEC, a los que la Administración Pereyra debería atenerse, la Comuna dispuso para dichas tasas aumentos que llegan al 200 por ciento.