Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
En el fútbol, es muy común ver que cuando un jugador es expulsado, arme un tumulto para lograr que el árbitro también expulse a un adversario. «Yo me voy, pero también me llevo a un contrario…», pareciera ser la consigna aplicada en esos casos.
A pocos meses de tener que despedirse del poder, el kirchnerismo está eligiendo el mismo camino: irse ensuciando todo lo que pueda.
Para eso, sus voceros oficiales y oficialistas se ocuparon en las últimas semanas de seguir defenestrando al Fiscal Nisman, echando mano a todo tipo de maniobras: a una serie de anónimos afiches ofensivos se le sumaron los habituales exabruptos del ex Intendente fugado de Quilmes, y por supuesto, el cacareo de toda la claque a sueldo del multimedios K, sin olvidar que fue la propia Presidente de la Nación quien sugirió por cadena nacional que el hombre cuya muerte sigue sin resolverse tenía una relación homosexual, punto desde el cual ahora se pasó a mostrarlo como el más promiscuo de los heterosexuales, difundiendo sus fotos con preciosas modelos. Como si las preferencias sexuales de alguien determinaran su rigor como profesional.
Al kirchnerismo le molesta Nisman, del mismo modo que le molesta todo aquello que se enfrente a su idea hegemónica de gobierno y a su autorelato épico.
Pero el problema no es determinar con quién dormía Nisman, sino, qué hay de cierto en su acusación contra Cristina Kirchner y el canciller Héctor Timerman en torno al mayor atentado terrorista de la historia argentina. Cuál es el sentido del impresentable acuerdo con Irán, jamás cumplido. Hasta qué punto un antisemita confeso como D´Elía posee facultades para realizar gestiones diplomáticas en nombre de nuestro país. Y cuál es la relación entre este Gobierno y el terrorismo internacional, habida cuenta de sus preferencias ideológicas y posicionamientos en el mundo.
Del mismo modo, todo el aparato informativo-deformativo del Gobierno sigue dedicado a injuriar a los candidatos opositores y a los periodistas que se atreven a denunciar las múltiples causas de corrupción que involucran a sus funcionarios. En este aspecto también el kirchnerismo parece empeñado en resistir hasta el último día, usando su inmenso poder comunicacional para distorsionar la realidad y sostener su «Relato».
Como los jugadores sucios, el kirchnerismo eligió irse de la peor forma: embarrando la cancha lo más posible. Esperemos que en esto no nos arrastre a todos.