Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
No hace falta escuchar los habituales discursos fascistas de Hebe de Bonafini ni algunas de las consignas que se expresaron en la «Marcha Docente» y en la reciente manifestación por el «Día de la Memoria» para entender que hay una Izquierda boba y un kirchnerismo acorralado que están dispuestos a todo por voltear al gobierno de Mauricio Macri.
Mientras hablan de democracia y condenan las rupturas del orden constitucional del pasado, muchos agitan los fantasmas de un golpe y buscan instalar el caos, con piquetes y marchas en gran parte subvencionados desde las cajas negras de la corrupción que sufrimos durante años.
Sintiéndose revolucionarios que bajan de la Sierra Maestra, se creen los dueños de las calles y deciden que la gran mayoría de la gente no pueda llegar a sus trabajos ni circular libremente. Curiosamente, en los países que tanto admiran y cuyos colores reivindican en cada marcha, sus manifestaciones no durarían ni diez minutos, y serían reprimidos y encarcelados rápidamente.
Dicen ser «el Pueblo» y colocan la palabra «Popular» en cada una de sus siglas, aunque a la hora de ir a Elecciones, no sacan ni 20 votos.
Pero estamos en la Argentina, donde la ex Presidente que antes acusaba de «extorsionadores» a esos docentes que «trabajan cuatro horas por día y tienen tres meses de vacaciones» según manifestaba, ahora los apoya, buscando entorpecer la gestión del actual gobierno. Algo que ya había dejado suficientemente claro antes de irse de su cargo, tomando medidas en esa dirección, y hasta convirtiéndose en la única mandataria de la historia que no entregó el bastón de mando a su sucesor.
Los errores y horrores de este Gobierno –y los de todos- deberán ser juzgados por la gente en un solo lugar: las urnas. Decir que «Macri es la Dictadura» es no aceptar las reglas de la Democracia. Como tampoco las aceptaban quienes en los 70 buscaban instalar «la Patria Socialista», y ponían bombas, y asesinaban en pleno gobierno constitucional de Isabel Perón. Sin embargo, por estos días hubo que escuchar, una vez más, la reivindicación de los guerrilleros asesinos de la década del 70, contando una historia sesgada que a esta altura cansa y hace agua por todos lados. Y que no nos corran por izquierda los que sostuvieron a un represor al mando de su Ejército «Nacional y Popular».
Ya sabemos cual fue el destino de nuestro país cada vez que la violencia se apoderó de las calles. No hay que confundirse ni permitir que nos quieran confundir.
Acá hay mucha gente interesada en encender la mecha para que el fuego lo arrase todo, incluidos los expedientes judiciales que deberían llevarlos inequívocamente a la cárcel después de una década de saqueo e impunidad.
No hay que hacerles el juego a los que quieren el caos buscando mártires que sirvan a sus intereses, mientras ellos siguen disfrutando de sus eternos privilegios.