Argentina es un país trágicamente cíclico. Reforzando esta idea, cada año, con el comienzo de las clases, y entre amenazas -y concreciones- de paros, se repite el mismo tironeo entre los Gobiernos y los gremios por el sueldo de los docentes.
Marcar este reclamo –justo, pero egoístamente limitado- descubre dónde está puesta la atención de los gremios del sector: solamente en sus remuneraciones, y nunca en la calidad del servicio que deben brindar.
Envuelto en una crisis que se fue acentuando en los últimos tiempos, el sistema educativo argentino venía mostrando sus falencias en cada edición de las pruebas internacionales PISA, que nuestro país abandonó en 2016. Sin embargo, los resultados de la evaluación nacional «Aprender» dejaron números y conclusiones alarmantes. Entre ellas, que el 70 por ciento de los alumnos de quinto y sexto año de Secundaria no pueden resolver un problema de Matemáticas sencillo, y que un 46 por ciento de ellos no sabe comprender un texto básico. Claro que los gremios se manifestaron en contra de la evaluación. No sólo no quieren ser evaluados, sino que no quieren que sus alumnos lo sean.
Además, el 80 por ciento de los rectores dijeron en la encuesta que sus colegios tienen problemas de ausentismo de los profesores. Y este es otro de los puntos que los gremios no quieren debatir: su nivel de presentismo. Un reciente estudio de la Universidad de Belgrano demostró que el ausentismo docente en Argentina es 1,7 veces más alto que en Brasil, 2,3 más alto que en Chile, 3,5 mayor que en México y 3,7 más alto que en Perú. El promedio nacional es de un 20 por ciento, con provincias en las que se llega a un 40 por ciento.
Gracias al nuevo sistema impulsado por la Gobernadora María Eugenia Vidal para las auditorías médicas del sector, se descubrió que un médico que atiende en Florencio Varela, otorgó 107 licencias psiquiátricas a docentes en 10 días. No será seguramente el único caso, en un sistema que utiliza las licencias eternas para que cada puesto le cueste al Estado dos o hasta tres veces lo que debería costarle, pagándole al titular, a su suplente y al suplente del suplente… Hablando siempre, y hay que remarcarlo, de docentes de la Escuela Pública, que son los que están a cargo de los chicos más vulnerables.
Reparar esta lamentable realidad llevará años. Pero cuando quienes deben levantar la bandera de una educación de calidad sólo miran su propio ombligo, y se transforman en una unidad básica de un partido opositor, los primeros que pierden son los chicos. Escuchar al líder de SUTEBA, Roberto Baradel, quejarse porque desde el Gobierno Provincial se les haya propuesto premiar con un plus económico a los maestros que hayan tenido asistencia perfecta en 2017 demuestra el grado de mediocridad en el que estos «representantes de los trabajadores» eligen moverse. El barbado líder docente dijo que la propuesta «constituye una práctica desleal, afecta la salud de los trabajadores y los derechos adquiridos».
No quieren exámenes, no quieren controles, no quieren que se premie a los que cumplen, hacen política partidaria en las aulas y creen que el Estado tiene un «bolsillo de payaso» para seguir pagando tres veces por cada puesto de trabajo, aún a los que no cumplen.
En otros tiempos, a alguien como Baradel, una maestra de verdad lo habría mandado de penitencia al rincón.