Por Nahir Haber
Estoy en el baño de la casa de Tony por su cumpleaños. Tengo puesta una malla enteriza que me cubre todo el cuerpo y se estira un poco más en la panza y en lo que sobresale de la espalda. Tengo doce años pero todos tienen por los menos dos años más que yo. Entre las dos tiras de los hombros, se esconden por debajo unos bultos que después van a ser mis tetas. Yo no uso bikini o dos piezas como le dice la del negocio porque yo soy nadadora y le puedo ganar a cualquiera de esos pibes con antiparras de snorkel. Pero me da vergüenza que no se den cuenta que estoy ganando porque me están mirando la malla enteriza.
Lo único que no entiendo es el vértigo que me da salir de este baño porque yo estoy muy acostumbrada a usar esta malla y a ir a distintas piletas de clubes. Pero nadie, de los que están en este cumpleaños, sabe lo que es subirse a una tarima en una pileta sin gente, en silencio, con mujeres que ya miden lo que medirán el resto de su vida y con muchas ganas de verte tocar la pared más tarde.
Es el doble de lo que mido yo y a veces hasta se sacan las antiparras muy rápido cuando ganan para demostrar que tuvieron tiempo hasta de eso en la llegada. Nadie de los aquí presentes sabe de esa adrenalina y de la frustración que es perder, siempre perder. A mí me da placer estar en la competencia y terror en esta pileta del entretenimiento pero ya sé como salir de un vestuario así que salgo como si fuera a subirme a la otra tarima.
Lo bueno es que nadie me mira porque hay muchas chicas con bikini reunidas de a muchas. «Cómo vienen las chicas, qué cuerpitos», dice una señora mientras come un vigilante y agarra un mate con la otra mano. Las chicas se agrupan por lo menos de a tres, menos las que vienen de otra escuela, esas capaz van de a dos. Las chicas se tiran palito, ponen una mano al costado y otra en la nariz porque no les sale respirar nasal abajo del agua. Los chicos se pegan piñas en la pileta y otros más «locos» se ponen las antiparras de snorkel para mirar culos de pibas adolescentes y lo logran con éxito. Las chicas de la escalera se dan cuenta y se hacen las distraídas, se aprietan con pulgar y con el dedo índice la nariz y bajan al agua a peinarse para atrás.
Algunos todavía van a las clases de tango con Marilina así que practican en el borde de la pileta. Nadie de nuestra edad baila tango en el borde de una pileta en un cumpleaños pero en Florencio Varela les gusta ver bailar a los preadolescentes el tango.
Uno de los pibes me muestra que puede hacer la vertical y me pregunta por qué uso esa malla. Yo le digo que con esta puedo nadar. Y me desafía a correr una carrera. Acepto. Vamos hasta el otro borde de la pileta. Le gano. Él desafía a otros y les gana a todos. Se agranda y después va a pegarse piñas de nuevo. Hasta que encuentran a las chicas con shorcito que dicen que no se «pueden meter» y todos sabemos que están indispuestas pero a ellos no les importa y las tiran igual. Las chicas se enojan y las mamás que están con otras mamás tomando mate les dicen que «no es para tanto».
No hay nada que no esté en este esquema que se repite con el patrón de todos los cumpleaños de Tony. Pibes. Pibas. Piñas. Tango. Madres. Mate. Culos. Shorcitos. Yo. Malla enteriza. Competencia con varones.
Nahir Haber, desde La Haya, Holanda.