Por Alejandro César Suárez | @alecesarsuarez
«Venezuela no es una dictadura, es un gobierno autoritario». La declaración del candidato más votado en las recientes PASO deja de manifiesto la debilidad del discurso bicéfalo que el Frente de Todos viene llevando adelante con la vista puesta en octubre.
El plan, que parece haber dado muy buenos resultados hasta ahora, es simple: darle a Alberto Fernández el rol de moderado y componedor y esconder a Cristina, que solo habla a través de su libro. El es el encargado de juntar votos por afuera y ella de enfervorizar a los de adentro. Pero cada tanto la estrategia se tambalea y los verdaderos pensamientos e intenciones quedan a la vista.
Además de que huyeron de ese país 4 millones de personas, en Venezuela se produjeron, solo en el último año y medio, más de 7000 ejecuciones de opositores al régimen. El dato, forma parte del informe de Derechos Humanos presentado por Michelle Bachelet en las Naciones Unidas. Si Maduro no es un dictador, tampoco lo fue Hitler. Este también llegó al poder por el voto popular. Y eso no impidió que se transformara en uno de los asesinos más grandes de todos los tiempos.
«Soy un vicepresidente que tiene la suerte de tener una amiga vicepresidenta», dijo también Alberto, en un acto fallido que se explica solo. Creer que Cristina no tendrá voz de mando en un eventual gobierno del Frente es desconocer su esencia. El peronismo vuelve así a hacer lo que mejor le sale: ofertar un menú para todos los gustos, en el que se puede hallar desde el progresismo más extremista hasta la derecha más rancia, según el tiempo político lo aconseje. Su historia lo confirma: convivieron bajo el mismo escudito y cantando la misma marcha la Triple A de López Rega, los montoneros de Firmenich, el neoliberalismo de Menem, el antisemitismo de D´Elía y el marxismo violento de Hebe de Bonafini.
Pero créase o no, el peronismo se alista para volver una vez más al poder. Macri lo hizo posible. Creer que la gente iba a votar sin tener en cuenta su bolsillo es no conocer la idiosincrasia argentina. Y el desastre que hizo este Gobierno con la economía no podía generar otra respuesta.
De todos modos, esto es la democracia. Que la mayoría decida y la minoría acepte esa decisión. Subestimar la voluntad popular es de necios.
También lo es despreciar a quienes asisten a una marcha porque son «viejos», o tildarlos de «gorilas». El reconocido odio clasista de Juan Grabois no sólo es antidemocrático y pasado de moda. También es ridículo: el «dirigente social» dirige sus discursos contra los «ricos», mientras que los líderes de su Frente, Alberto y Cristina, residen en Puerto Madero y Recoleta.
Claro que la postura de Grabois, este amigo del Papa que parece haber faltado a unas cuantas clases de catequismo, no es aislada. Responde a un modelo de pensamiento que fue siempre la esencia del kirchnerismo.
Alberto Fernández viene a ser una especie de muñeca rusa, de esas que a medida que se van abriendo, dejan descubrir a otras más pequeñas, ocultas en su interior. Escondidos detrás de su discurso, esperan agazapados los que hace muy poco tiempo «iban por todo» y soñaban con la «reelección eterna».