Desde que comenzó la pandemia el año pasado, Karina Milla, una reconocida enfermera de Villa Mónica y su hija Melanie Alanis, estudiante de medicina en la UNLP, viven con miedo. Ambas fueron brutalmente golpeadas por vecinos, tras mucho tiempo de estar recibiendo amenazas por parte de estos, quienes además las acusan de «haber llevado el coronavirus al barrio».
«Las agresiones por parte de esta gente comenzaron de a poco, primero con música fuerte, después empezaron los insultos, me amenazaban con matarme al perro y lo hicieron», declaró Karina a Mi Ciudad y añadió: «Todo esto lo dije en la Comisaría, pero me dijeron que hasta que no ocurriera el hecho no podían hacer nada, porque era de palabra».
Karina y Melanie viven con miedo, mientras que sus agresores continúan acosándolas impunemente. «Estamos golpeadas y sin ninguna respuesta por parte de la justicia», exclamó con bronca la enfermera y aseguró: «Cuando fui a la fiscalía salió una policía a darnos un mail, para que mandemos todo lo que teníamos y dijo que ellos después nos iban a contestar para darnos una cita. Desde entonces estamos esperando».
Entre tanto, el barrio se sumerge en el miedo a la espera de una respuesta. «¿Cuánto tiempo va a pasar para que nos den una respuesta?, porque entiendo, soy personal de salud y comprendo todo lo del colapso por la pandemia, pero los tiempos de la justicia no son los tiempos de mi vida», dijo Karina angustiada.
En la causa, está siendo representada por Juan Tibeiro junto a Fernando Burlando, quienes buscan cambiar la carátula, que figura como violación de domicilio y lesiones leves. «Nos hemos hecho los estudios pertinentes para que quedara constancia de las lesiones en la historia clínica», comentó Melanie y añadió: «Esto demuestra que no fueron lesiones leves, mi mamá está con licencia y por mi parte no puedo hacer los voluntariados de la facultad».
La brutal agresión tuvo lugar el pasado 17 de abril. Mientras las dos mujeres compartían una noche tranquilas, sus vecinos irrumpieron en su casa donde las golpearon salvajemente. «Mientras nos estaban golpeando, perdí de vista a mi hija, porque me agarraron, me sacaron hasta la vereda de mi casa y de un momento al otro no la vi más, sólo sentía los golpes y los insultos», recordó la mujer y agregó: «Lo peor es que ahí nomás había un patrullero, que minutos antes había pasado por la puerta de mi casa y la pareja de policías estaba ahí mirando la agresión sin intervenir».
Los vecinos fueron quienes pusieron el cuerpo y evitaron un desenlace peor. «Mis vecinos se metieron cuando el jefe de esta familia, me estaba apretando el cuello con la rodilla y casi no podía respirar, ahí mi otro vecino me lo quitó de encima mientras que su esposa socorría a mi hija», comentó y añadió: «Recién ahí la policía actuó, también me enteré que fueron nuestros agresores quienes habían denunciado disturbios en el barrio, porque hasta antes de que comenzara la golpiza no había ninguna revuelta en la zona».
Karina intentó hacer la denuncia correspondiente, pero luego de muchas idas y vueltas, lo único que pudo obtener es un acta del hecho y el botón antipánico, pero ninguna solución. «Fui a la Comisaría de la Mujer a hacer la denuncia, de ahí me derivaron a la Primera y de vuelta me mandaron a la Comisaría de la Mujer, pero ahí me dijeron que como los agresores no eran de mi familia no les correspondía y por lo tanto tenía que ir a dar mi declaración a la Comisaría Primera, cuando volví me hicieron un acta del hecho, pero me dijeron que no podían hacer nada», aseguró Milla.
La situación en el barrio es muy tensa, puesto que todos los vecinos que salieron a ayudar a Karina y a Melanie recibieron amenazas. «Al día siguiente de ocurrido el hecho, apenas llegamos a mi casa con el botón anti pánico lo tuvimos que apretar dos veces, porque los vi colgados del paredón insultándonos y amenazando que otra vez nos iban a hacer lo mismo», dijo.
Estas dos mujeres viven presas del miedo. Más allá del acompañamiento psicológico y terapéutico, la necesidad de justicia y de una pronta respuesta no se pueden hacer esperar. «Tenemos miedo, vivimos encerradas y no podemos dormir, porque apenas cerramos los ojos las imágenes de aquella noche vuelven a nuestras mentes», concluyó con tristeza Melanie.