Fernando Emanuel López ingresó a la Escuela de Suboficiales de la Armada Argentina (ESSA) en 2016, luego de conocer el ámbito naval a través de los ojos del Suboficial Mayor Ponce, quien lo llevó a recorrer unidades de superficie y supo imprimir en su vida la gran pasión de ser maquinista.
Fernando Emanuel López ingresó a la Escuela de Suboficiales de la Armada Argentina (ESSA) en 2016, luego de conocer el ámbito naval a través de los ojos del Suboficial Mayor Ponce, quien lo llevó a recorrer unidades de superficie y supo imprimir en su vida la gran pasión de ser maquinista.
Con apenas ocho años se trasladó de Florencio Varela a Punta Alta, al sur de la provincia de Buenos Aires. Su mamá, profesora de Matemáticas, había conocido a un marino y «con el transcurso del tiempo formamos una familia. Nos mostró lo que era él, y de su mano conocí la Institución».
«Por el cariño que mi padre le tiene a la Armada elegí la misma especialidad naval y orientación, ser Maquinista Motorista Turbinero. Quería ser como mi viejo», relata con emoción.
«Así fue como empecé a mirar a la Fuerza a través de sus ojos. Recuerdo que en una oportunidad recorrimos el rompehielos ARA ‘Almirante Irízar’, y nos llevó con mi hermano menor a conocer otras unidades, como los destructores ARA ‘Brown’ y ARA ‘La Argentina’. Así crecimos», describe.
Hoy, el cabo López se encuentra destinado en el Destructor ARA «Sarandí» (DESI). Durante este año, dicho destructor participó de varias actividades como las Etapas de Mar, la Operación Fortaleza, y el Ejercicio Combinado Fraterno XXXVI con la Marina de la República del Brasil.
Así como estas experiencias a bordo, Fernando cuenta que son muchas las que se viven en la Armada y cree que pertenecer a ella es sumamente positivo. «La Armada me dio conocimiento, calidad humana, rutina, una fortaleza para hacer algo fuera de lo común, grandes desafíos, y sin miedos; y eso me encanta». Asimismo, destaca el compañerismo y la camaradería, «porque el buen grupo de trabajo apoya y da confianza».
Al egresar de la ESSA fue destinado al «Irízar» y a bordo del rompehielos hizo tres Campañas Antárticas de Verano (CAV), desde finales del 2017 hasta principios de 2020. «No sólo conocí lo que es navegar en el hielo, es enriquecedor también interactuar con la gente de las bases antárticas de las distintas Fuerza Armadas de Argentina y extranjeras, algo que nunca hubiera imaginado, una emoción inexplicable».
En el DESI, la rutina del maquinista transcurre en el Departamento Máquinas donde existen diferentes Divisiones; él se encuentra en la de Propulsión, en el subcargo Tubinas Tyne. «Soy de los que piensan que las máquinas tienen vida, en el sentido de que hay que tratarlas muy bien; los motores me apasionan y hoy tengo la suerte de ser y hacer lo que deseo. La especialidad y el oficio nos hace vivir como ‘topos’, así nos llaman, porque somos los marinos de las cubiertas bajas», explica con entusiasmo.
Cada navegación que emprende Fernando es algo nuevo y la experiencia suma, porque se practican roles y funciones diferentes a bordo. En su caso, además de su trabajo en Máquinas, integra el Trozo Uno de Control Averías, en la función de Operador de Achique. Es decir, «mi función es ingresar a sacar agua, si sucediera, con los medios que disponga; esta función la hago ahora porque va variando cada año».
«En el futuro, espero no dejar de aprender nunca dentro de la Armada», enfatiza, porque es ese conocimiento inagotable el que no deja de sorprenderlo. Este año, además de su rutina de a bordo, continuará estudiando para el próximo ascenso de jerarquía en su carrera como suboficial de la Armada: de Cabo Primero a Principal.
Hoy, lejos de su Florencio Varela natal se encuentra viviendo en Punta Alta con su pareja, quien ejerce su misma especialidad dentro de la institución. «Es mi apoyo, sostén, mi cable a tierra y desconexión, y aunque compartimos el mismo entorno, no hablamos de máquinas juntos en casa», sonríe. Ella cuenta con la orientación Sistemas de Control y se encuentra destinada en el logístico ARA «Patagonia», en Puerto Belgrano.
De Punta Alta le encanta la paz y la tranquilidad de la ciudad, y extraña a la familia y afectos que quedaron en Florencio Varela, como sus primos y su abuela; «tengo los mejores recuerdos de ella que siempre me consiente en todo y también me acompañaba cuando estuve destinado en Buenos Aires en el rompehielos».
El joven marino concluye su relato hablando sobre el significado personal de «Servir a la Patria». «Más allá de vestir un uniforme e integrar una fuerza militar que es un gran orgullo, para mí Servir a la Patria’ significa: toda persona capaz de contribuir al bien común. Hacer Patria es tratar siempre de hacer mejor las cosas y de ayudar a las personas en lo mínimo que sea. Son esas acciones las que nos llevan a cuidar, querer, y defender lo nuestro».