La creciente ola de inseguridad en Florencio Varela fue motivo para dos reuniones vecinales –una de ellas, con la presencia de funcionarios municipales y autoridades policiales- en las que se expusieron algunos de los delitos que se vienen produciendo en las últimas semanas.
La creciente ola de inseguridad en Florencio Varela fue motivo para dos reuniones vecinales –una de ellas, con la presencia de funcionarios municipales y autoridades policiales- en las que se expusieron algunos de los delitos que se vienen produciendo en las últimas semanas.
Robos de autos y de ruedas a toda hora, violentas entraderas con repetidas metodologías, motochorros que atacan en pleno día, el ingreso a una tradicional fábrica de Villa Vatteone rompiendo impunemente cerraduras y puertas sin que nadie se entere y la falta de una contención y atención adecuada al momento de concurrir a hacer la denuncia a la respectiva Comisaría, son motivos suficientes para considerar a nuestra ciudad en estado de emergencia.
Uno de los encuentros se desarrolló en el Club Nahuel. Allí, representantes de la Comuna y comisarios locales escucharon los reclamos de los asistentes por lo que entienden es un total estado de desprotección. Las reiteradas «entraderas» que se conocieron en la zona céntrica, preferentemente en casas habitadas por personas mayores, a las que ataron y torturaron, fue uno de los puntos más sensibles que se encararon. Las autoridades policiales trataron de explicar lo inexplicable, y hasta un comisario mayor dijo que los policías «tenían derecho» a tomar mate en horas de servicio, lo que causó el malestar imaginable entre los presentes. Pero lo cierto es que los delitos siguen y no se aclaran. Hay víctimas, pero no hay detenidos.
El otro encuentro, tuvo lugar en el Club Villa Susana, donde se habló de «zona liberada» y se relataron robos y arrebatos varios sucedidos en el barrio. El presidente de la institución, profesor Facundo Rizzo, se preguntó «¿Son inútiles o son ladrones? Tanto la policía como el municipio. No puede ser que uno denuncia, y nada cambia. Tenemos una cámara domo en la esquina y roban abajo de la cámara».
El tema de las «cámaras» da para debatir. Cada vez que se produce un hecho delictivo, resulta que la cámara que debía haberlo registrado «no funciona». ¿Cuántas de las que hay instaladas en el distrito están en condiciones y cuántas no? Es un misterio más de una administración comunal que nada informa al respecto.
¿Cuántos delitos se denuncian por mes en Florencio Varela y cuántos quedan sin denunciar, por diversos motivos? ¿Cuántos de ellos se esclarecen, cuántos son los detenidos y cuántos de los eventualmente detenidos por la policía son liberados por la Justicia, en su mayor parte colonizada por un pensamiento político que «romantiza» la delincuencia y la justifica? ¿Qué hacen el intendente y el Concejo Deliberante para frenar esta ola delicitiva? ¿Hay una verdadera «política de seguridad» en el distrito? Muchas preguntas para pocas o ninguna respuesta. Mientras tanto, Florencio Varela hace rato que dejó de ser «un buen lugar para vivir», para transformarse en un sitio extremadamente desprotegido, en el que apenas se busca sobrevivir.