Los crímenes de la calle Morgue



Sociedad » 04/10/2025

Cada vez que paso me pregunto de quién fue esta casa o esta otra que demolieron.

Cada vez que paso me pregunto de quién fue esta casa o esta otra que demolieron.

Casas a las que nos acostumbramos a ver como parte del ambiente, pero que, de tan bellas en su forma arquitectónica, se nos volvieron invisibles. Casas dignas de cuentos de terror, como ese que recomendaba Laiseca: La caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe. Pienso en la casa de Adrianita, cuya madre mi yeya Chiche conoció en un consultorio.
Nunca les presté mucha atención a Los Beatles, hasta hace poco que vimos con Shirley una película llamada Yesterday, donde el protagonista, Jack, un músico venido un poco a menos, no le encuentra la vuelta a sus canciones y tiene un accidente que cambia su vida para siempre: despierta en un mundo donde nadie conoce lo que son los cigarrillos, la Coca Cola y Los Beatles. Una idea muy original se le ocurre, entonces, aprovechando el tiro, hacer pasar las canciones de la banda de Liverpool por suyas, volviéndolas a tocar. La idea resulta, tiene éxito, un éxito inconmensurable, y la película nos lleva a un tour de forcé en forma de homenaje, para descubrir las canciones que conocíamos todos, hasta que el film da un giro cuando Jack está a punto de pactar definitivamente con el diablo en pos del estrellato. Entonces debe decidir qué es lo importante realmente. Me recordó a ese librito que tiene Byung Chul Han llamado Shanzhai, donde cuenta como los chinos se apropian de todo sin importarles nada, la forma, la idea, dando algo nuevo al mercado.
Shirley me dice que si la cosa nos lleva por acá, vamos por allá.
Es muy difícil no hablar del tema cuando el tema pasó a pocas cuadras de casa y uno se quiere hacer el detective a toda costa. No te metas con eso, me dicen mis familiares y amigos, atemorizados. Pienso que en realidad no tengo nada para decir sobre el tema, inundado como está de sobreinformación por parte de los medios, de las opiniones en las redes, de conjeturas y conclusiones laberínticas. Se puede entrar, pero es muy difícil salir, dicen quienes saben del tema. Como pasa con la literatura de César Aira.
Allá lejos y hace tiempo, la profesora Inés Jorge (Inésita entre nos) nos ofreció dos alternativas: o rendíamos un examen o nos anotábamos a un viaje. Recuerdo que la mayoría eligió lo primero, solo unos pocos nos aventuramos a lo desconocido que proponía lo segundo. Un misterioso viaje. Entonces una tarde, recuerdo que llovía, vino a buscarnos un colectivo escolar, entre música cumbia nos llevó. El lugar era el parque industrial, había un escenario montado adentro de una inmensa carpa blanca como la de los circos, nos sentaron en una mesa redonda color blanco, nos dieron empanadas y jugo (mejor combinación imposible) y además de empresarios como Ricky Sarkany a la cabeza, estaban el intendente, el gobernador, era una fiesta política a todo trapo. Pero Ricky, al parecer gran jugador de ajedrez como Duchamp, dijo algo sobre el final de su conferencia que me quedó grabado en el inconsciente: cuando estés mal, andá a comprar zapatos. Inésita se reía de lo contenta que estaba. Que lindo la pasamos. La volví a ver con mi hermano Ignatius una noche en la que volvíamos de jugar al fútbol y justo se había cortado la luz. Nos quedamos hablando con ella hasta que vino el colectivo y desde ese día no la volví a ver. Pasaron los años y a Ricky Sarkany lo olvidé completamente. Pero a su consejo no. Desde entonces, cada vez que siento la pesadumbre del mundillo laboral, literario, la pesadez de la atmósfera del ambiente, salgo a caminar por la ciudad en busca de sus librerías. Donde siempre algo se encuentra. A precios módicos inclusive. Y sus libreros son personas encantadoras. Cambié ese consejo suyo por el de si estás mal, andá a comprar libros. Y llená tu casa de libros. Espero que nadie me tome literal.
El final de la parte de los crímenes de 2666, la obra maestra de Roberto Bolaño, es increíble, luego de contarse toda esa maraña terrible de los asesinatos de mujeres con la precisión de un cirujano: Las navidades de Santa Teresa se celebraron de la forma usual. Se rompieron piñatas, se bebió tequila y cerveza. Hasta en las calles más humildes se oía a la gente reír. Algunas de estas calles eran totalmente oscuras, similares a agujeros negros, y las risas que salían de no se sabe dónde eran la única señal, la única información que tenían los vecinos y los extraños para no perderse.


TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE