Por Carlos Straub
El soleado miércoles 4 de octubre de 2017 quedará para siempre en la historia contemporánea de Florencio Varela. Ese día, bien temprano, comenzó a circular casi en silencio el flamante tren eléctrico que une la ciudad de Bosques con Plaza Constitución.
Años y años de espera, de promesas incumplidas, de obras inconclusas, que con el tiempo se fueron transformando en realidad. De a poco y desde hace más de un año, los varelenses veíamos como se iban instalando torres, cables, carteles, señales, luces, molinetes…Las estaciones ya estaban acondicionadas para que pueda entrar y salir de ella la celeste y blanca formación férrea que con siete vagones transporta a decenas de miles de varelenses a sus lugares de trabajo, estudio o esparcimiento.
En aquella mañana, como pidiendo permiso, llegó uno de los trenes al andén 2 procedente de Bosques y los ojos incrédulos y emocionados de muchos, los celulares prestos a fotografiar el momento de otros, estaban listos para comenzar la novedosa aventura de viajar como en primera clase.
Y así, un minuto y medio después esa formación que tenía el número 135 en su frente, partió hacia su próxima estación, Dante Ardigó o «El Kilómetro» para la mayoría. Faltaron los aplausos, pero no hizo falta porque los corazones de pasajeros y testigos de aquella mañana ya estaban llenos de franca alegría.
Varela-Plaza: 40 minutos exactos
Viajamos algunos días después en el tren, y lo primero que se nota es la amplitud de los vagones, la limpieza y el silencio en el que se viaja. En hora pico hay hasta lugar para sentarse si se busca. Los infaltables vendedores ambulantes van y vienen, dándole un marco más de realidad porque a veces parece que estamos viajando en un tren de otro país. Afuera pasamos por los dos bajo nivel y casi tres minutos después, aparece la Estación del Kilómetro 26. Baja y sube gente pero sin tumulto. Algunos entran con sus bicis y se van al fondo. Por las ventanillas vemos como creció la zona y sigue creciendo, ahora hacia arriba. Ya estamos llegando a Claypole y pasamos por debajo del famoso puente de la Avenida Monteverde, del que se decía que lo habían hecho mal y no podían pasar los trenes por debajo, sin embargo acá estamos ya en una nueva estación. La gente se asombra de lo rápido que se va.
Llegamos a Calzada, Mármol y después la maraña de vías nos indica que estamos arribando a Temperley. Antes todos se preparaban a bajar para hacer trasbordo. Ahora no. El viaje sigue como si nada a la pintoresca Lomas de Zamora cuando el reloj nos dice que estamos viajando hace 19 minutos. Ni uno más ni uno menos. Banfield, Remedios de Escalada, la siempre movimentada Lanús forman parte del recorrido que para muchos ya casi se había olvidado. La Estación Avellaneda se llama ahora Kosteki y Santillán. Cosas de Argentina. Los pasajeros ven abajo del puente las aguas del Riachuelo. Señal de que estamos llegando a destino.
38 minutos atrás estábamos subiendo mientras mirábamos de reojo al edificio El Morenito y ahora nos preparamos para bajar en Constitución. 40 minutos exactos. Un viaje rápido, cómodo, increíble. Afuera, la gran terminal que ve llegar el tren que viene de una ciudad que esperó años este momento y la muchedumbre de siempre que se entremezcla para seguir en la capital. En un rato, la misma locomotora con sus vagones desandará el camino y así decenas de veces por día. Desde antes del amanecer hasta una hora y media antes de la medianoche. Damas y caballeros, es tiempo de celebrar porque Varela ahora si está a todo tren.