Por Angela Juárez
La búsqueda de los desaparecidos en democracia en Argentina tiene un camino netamente burocrático, símbolo del sistema estatal local. Y, Florencio Varela no es la excepción.
La búsqueda de los desaparecidos en democracia en Argentina tiene un camino netamente burocrático, símbolo del sistema estatal local. Y, Florencio Varela no es la excepción.
Tanto Nataly como Roxana, son dos nombres conocidos por los vecinos de Florencio Varela. No existe un varelense que jamás no haya, de mínima, escuchado hablar de ellas. Miles de veces, se han vociferado en marchas sus nombres, agitado carteles que exigían su aparición, aparecieron en titulares de medios locales y nacionales, y –hasta- el gobierno municipal ha impreso afiches con sus rostros –que más que respuestas, generaron preguntas ante la indeterminación-.
Nataly
Nataly Gonzalo es una varelense con hipoacusia sensorial. Se comunica mediante el lenguaje de señas y con algunas palabras e incluso puede decir su nombre. Tiene 25 años, es de contextura física delgada, de tez clara, ojos marrones y cabello lacio castaño, presenta una cicatriz de intervención quirúrgica del apéndice, así como otra oblicua de aproximadamente 7 centímetros en la cara anterior del antebrazo derecho.
Ella vivía en San Rudecindo. El 4 de marzo de 2012 fue junto a su papá y a sus hermanos un camping del río Hudson, en Berazategui. Comieron un asado, pescaron y, su padre tomó una siesta. Cuando despertó, notó la ausencia de Nataly.
Quienes estaban cerca le indicaron que había ido al kiosco. Allí, la vendedora confirmó que la había atendido y comentó haberla visto hablando con tres jóvenes más o menos de su misma edad.
Buscaron por todo el camping, en zonas aledañas, pero Nataly no apareció por ningún lado. Una hipótesis que maneja su familia es que podía haber sido cooptada por una red de trata de personas, pero no encontraron pruebas suficientes de ello.
Por su parte, el Ministerio de Seguridad de la Nación, ofrece una recompensa de $ 1.000.000 a quien aporte datos certeros para dar con el paradero de Nataly. Sin embargo, la familia -en más de una oportunidad- ha manifestado su desazón ante la apariencia de «cajoneamiento» del caso.
«Lolo»
De a poco, y lamentablemente con el correr del tiempo de no saber nada sobre ella, cada vez más vecinos van recordando este apodo. Es que, así la llaman sus seres querido a Roxana Paola Villalba: Lolo. Ella tiene 23 años, mide 1,62 m y tiene el cabello castaño oscuro, ojos marrones y tez morena. Desde el 7 de diciembre de 2018, perdió contacto con su familia y amigos. Ese día se había despertado en la casa de su mamá, Alejandra en el barrio Don Orione en Florencio Varela, desayunaron juntas y Roxana le dijo que iría a ver a su novio. Ese viernes, vestía short de jean, remera blanca estampada y zapatillas Vans.
Días después, Lolo fue al hospital para realizarse controles -dado que es trasplantada hepática-, mas no se presentó a sus turnos de los días 26 y 27. Ella no tenía celular por lo que se comunicaban a través de las redes sociales. Al principio, los mensajes que su madre le enviaba eran vistos pero no respondidos. A las dos semanas, su perfil dejó de conectarse.
Preocupada, su mamá se contactó con sus amigos y conocidos, pero nadie pudo aportar datos precisos sobre dónde se encontraba Roxana. Su novio respondió recién varios días después, negando haberla visto y afirmando no ser pareja en ese momento –luego diría ante la Justicia que no tenían vínculo afectivo alguno-.
A diferencia de lo que sucede con Nataly, por datos certeros que lleven al paradero de Roxana, el Ministerio de Seguridad de la Nación no ofrece recompensa alguna. Y la desazón frente al accionar de la Justicia de los Gonzalo es compartida por los seres queridos de Lolo.
Las familias
En ambos casos, son las familias las que se mantienen firmes en la decisión de evitar que se archiven las causas. Son ellos los que viven para investigar y aportar algún dato que los pueda acercar a una certeza sobre el paradero de sus parientes.
Como en el caso de otras tantas mujeres en Argentina -que llevan años «perdidas» - si bien la Justicia mantiene sus causas abiertas, no logran dar con sus paraderos o detener a los culpables de su no aparición. Nataly y Roxana –una con pérdida de la audición y otra trasplantada hepática- no parecen generar la empatía necesaria para que un pueblo exija sus apariciones con vida ya.
Son dos pibas varelenses que no están. Son dos pibas que no se perdieron, no se esfumaron, no desaparecieron por arte de magia. Son dos pibas que están en algún lugar y, el Estado tiene la responsabilidad de encontrarlas… Mas los vecinos, de exigírselo.