CRÓNICAS VARELENSES

Nuestra parte de noche



Sociedad » 02/09/2025

A principios de Agosto le pusieron un estén a mi papá. Estuvimos todos muy preocupados, pero logró sortear ese obstáculo.

A principios de Agosto le pusieron un estén a mi papá. Estuvimos todos muy preocupados, pero logró sortear ese obstáculo. Una vez en casa le recomendé un filme. La película trata sobre el paso de la niñez a la pubertad, o adolescencia. Se llama Buenos chicos, salió antes de la pandemia y es la primer película de Gene Stupnitsky, quien había trabajado en la serie The office. La peli trata sobre un trío de niños que están creciendo y encuentran como un mundo despiadadamente real intenta separarlos, un mundo al que no dejan de ver con su mirada de niños. Muy bien filmada. Es una comedia, una peliculita linda. No sé si mi padre la vio, ajeno a mis recomendaciones cinéfilas.
El mes pasado me quedé dos veces en Claypole porque otra vez cortaron las vías del tren. En la primera Shirley me pidió un Uber en moto. Producto de la interminable fila para esperar el colectivo. Mientras esperaba que viniera la moto, empecé a pasear por esa feria que se arma al costado de las vías, con las cosas tiradas sobre manteles. Donde la gente se pelea por aparentes lugares que le alquilan a vaya a saber qué pequeñas matufias. Cuando encontré tres libros que pienso leer a la brevedad, a precios módicos, para lo que son estos tiempos. La misteriosa llama de la reina Loana, de Umberto Eco. Una fábula, de William Faulkner. Y La vida descalzo, de Alan Pauls. Empecé por Eco, un hombre intenta recordar quién es, se lo recomendé a mi papá de nuevo. Llegó la moto. Cuando me acerqué el chico repitió mi nombre. Y ante mi pregunta sobre el suyo me dijo: no. Riéndose. Y acto seguido dijo que era mentira. Me dio miedo. Subí. Allá fuimos. El chico se llamaba Pedro y trabajaba en el ministerio de trabajo. Y en sus ratos libres hacía esto para pagar la nafta y tener un poco más en el bolsillo. Se había comprado una casa. Vivía con la pareja. Juro que temí un poco lo que pudiera pasarme, no tan ajeno a la paranoia de la actualidad, sobre todo en época de elecciones y trifulcas políticas. Pero era eso o realizar la caminata por entre las vías, para ver que allá al final, a lo lejos, no había tal corte y que otra vez nos habían mentido, y toda esa parafernalia que vengo escribiendo durante todo este año y en la que nadie me ha dado ni cinco de bolilla. La última noche en la que el tren se quedó en Claypole me subí al auto de unos desconocidos que me llevaron. Producto de que ahora ni el colectivo estaba. Sus nombres eran Victoria, aspirante a boxeadora, Elías el hermano y Mario el padre. Me subí a la parte de atrás del auto por la parte de adelante porque las puertas de atrás no abrían. Resultó que vivían cerca de donde estamos viviendo. Resultó que nos conocíamos de la famosa Estancia. Un lugar de estos que se arman para comer a la noche, perdidos a la buena de dios. Oh salvación. Hablamos de los trenes, de Varela, de su noche.
Le preguntaría a algún periodista si intentó desentramar todo este tema de los trenes o solo estuvo preocupado por el tema de las elecciones. Pero los periodistas viajan con viáticos y esos viáticos no incluyen tren sino taxis. Quizás haya yo encontrado mi tema. El tema de los trenes. Y deba investigar sobre ello con mi vieja libreta. Lo primero será preguntar a los manifestantes imaginarios. Un día voy a embarcarme por las vías, caminando por la oscuridad y me va a abducir un ovni y en mi familia tendrán que avisar al observatorio. Joven aspirante abducido. En fin, el tren se quedó, dos veces, y seguimos viaje por la Monteverde, luego nos metimos por la parte de adentro. Por la verdadera Varela. Un aire frío nos envolvió. Encontramos la avenida del padre Novak ¿Alguien lo conoció? Llegué a casa, nos dimos un cálido apretón de manos con mis cuatro nuevos amigos fantasmas y cuando yo ya entraba vi que se quedaban esperando que les dijera gracias o adiós.


TAMBIÉN PUEDE INTERESARTE