Por Roberto Belmonte
Nadie duda que la falta de calefacción en las escuelas hace imposible dar clases en esas aulas provistas, apenas, con el calor humano de docentes y alumnos.
En la Argentina del nunca jamás, todo vuelve a repetirse de manera más explícita que simbólica, como en la sala de espejos deformantes del antiguo Ital Park.
Nadie duda que la falta de calefacción en las escuelas hace imposible dar clases en esas aulas provistas, apenas, con el calor humano de docentes y alumnos. Tampoco quedan dudas que ello es resultado de la imprevisión, la desidia, la improvisación, la corrupción, la incapacidad y la ignorancia de quienes gobiernan para solucionar los problemas de la sociedad.
Algunos podríamos relatar cuando en nuestras escuelas primarias y secundarias de los años ´50 y ´60, en el Gran Buenos Aires –que me niego a denominar Conurbano Bonaerense-, a falta de gas de red, apenas teníamos una estufa a kerosene por aula, cuyo encargado de mantenerlas era el portero. (Andá a decirle hoy a une portere que te encienda una estufa a kerosén)
A veces, a alguna aula le faltaba una estufa, porque siempre se averiaban.
Sin embargo, hay un detalle que no hemos dicho: aquellos edificios escolares habían sido construidos con paredes de 40 cm, techos de altura, térmicos –con material aislante-, cubierta de chapas de cinc, pisos de madera con cámara de aire, altas ventanas de madera con vidrios repartidos y celosías de hierro. Eran, por definición, construcciones «térmicas», que con «algo de calefacción» atemperaban fácilmente la gelidez del invierno.
No sabemos si esos edificios escolares, construidos cien años atrás, fueron presa de la corrupción del Estado que los construyó –puede que sí. Pero, sí sabemos con seguridad, que los edificios escolares construidos en los últimos 40 años, no sólo han sido presa de la corrupción de funcionarios estatales, sino que, además, han sido pésimamente construidos; con paredes de ladrillos huecos x 09 cm; en el mejor de los casos, las paredes exteriores son de ladrillos común de 0,15 cm; cielorrasos de telgopor de 04 cm, cubierta de techos de chapa o tejas –sin aislación térmica- ventanas y puertas metálicas de aluminio o hierro, pisos de cemento sin aislante térmico e instalaciones de gas, luz, agua de la peor calidad.
Entonces, no estamos diciendo que no hace falta calefacción en las escuelas (Dios no lo permita!), solo tratamos de apuntar que si las escuelas construidas en los últimos años en el Gran Buenos aires (quien esto escribe es un bonaerense de la primera hora) hubiesen sido «como la gente», tal vez hoy el problema de falta de gas hubiese sido más fácil solucionarlo (hasta con calefactores eléctricos y/o garrafas) como solución momentánea, a la peor alternativa, que es perder días de clases.
Sin embargo, esta opción provisoria no funcionará en las escuelas modernas, porque su mampostería dejaría escapar el calor rápidamente por las paredes angostas, pisos y techos sin aislantes.
Entonces, chicos y docentes, salten varias veces todos juntos dentro del aula al grito de ¡NO TENGO FRÍO, CARAJO!